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No sabía dónde buscar al Primero. Sin embargo, no paré de volar durante horas y fui sintiéndome mejor a medida que me alejaba de los demás caenunas. La libertad del viento en mi cara, las nubes deshaciéndose a mi paso cuando las cortaba con mis alas y la humedad refrescante de estas me hicieron olvidar de qué huía.

De hecho, me olvidé tanto que después de la primera hora incluso dejé de buscar al Primero y simplemente disfruté de aquello. Jamás había podido hacer algo elegido por mí en toda la extensión de la palabra.

Desde que me crearon, las dos semanas que estuvimos en el Caebiru antes de que Khane nos diera el visto bueno para bajar a la Tierra, estuve encerrada entre entrenamientos, aburridas reuniones o comprobaciones de conocimientos (querían asegurarse de que tenía dentro todo lo que debía tener) y luego, el poco tiempo que llevaba en la Tierra... Podía decirse que había elegido ir tras Lehaké a por el Primero, pero eso no era una elección, era mi deber. Y también salvarle la vida había sido cosa mía, pero de nuevo no era una elección libre, solo lo más lógico.

Sin embargo, la idea de que me recombinasen me hacía sentir muy rara, y no me gustaba, pese a que no sabía ponerle nombre a esos sentimientos. Quizá era culpa de mi cuerpo humano, porque nunca me había sentido así antes. Ni así, ni de esa forma tan intensa.

En ello estaba, dándole vueltas, cuando un dolor intenso en el estómago me hizo perder la concentración. Eso pude reconocerlo. Había aprendido lo que era el hambre con Safira y Nilhem, que se empeñaban en darme de comer cosas que no sabían a nada, pese a que ellos devoraban otras que emitían olores deliciosos.

No podía volver con ellos para comer. Ya no podría volver con ellos por ningún motivo. Pero podía buscar alimento por mi cuenta. ¿Qué tenía de complicado? Descendí suficiente para buscar algún sitio que pudiera tener comida y aterricé en medio de una calle atestada de humanos.

No lo pensé mucho, aunque sabía que ellos no estaban del todo al corriente de la magia. Safira me había hablado de eso en el Caebiru. Y le había preguntado el día anterior cómo era posible que no lo supieran si estaban recibiendo ataques constantes del Primero.

―Los humanos tienen sus guerras, y sus justificaciones, supongo. Unos claman que todo es mentira y otros hablan de extraterrestres y monstruos. Los líderes piensan que los atacan otras naciones y el Primero está aprovechándose de la confusión. Realiza ataques pequeños y controlados. Al final, los humanos entrarán en guerra entre ellos y él reinará sobre los restos ―me explicó.

Me pareció un plan de lo más retorcido, pero no lo discutí. Tenía cierto sentido provocar una guerra entre humanos, si es que era posible tal cosa. Seguía sin comprender cómo podían no ser consciente de lo que éramos. Incluso los monstruos creados por el Primero en su anterior visita a la Tierra seguían campando a sus anchas por allí. ¿Cómo podían no saberlo? Debían ser realmente estúpidos y limitados. ¿Por qué el Primero y Padre tenían tanto interés en ellos, entonces?

¡Agh! Me sentía frustrada por no entenderlos.

La calle que pisaba era de adoquines gruesos y había humanos en cada esquina. Pero en cuanto vieron mis alas desplegadas y di dos pasos por allí se apartaron, gritando, en todas direcciones, causando más caos que el Primero, seguro.

Yo los ignoré. Estaba segura de que los humanos no tenían nada para mí. Plegué las alas y olfateé alrededor en busca del aroma delicioso que llegaba hasta mí. Se parecía más a lo que comían Safira y Nilhem y quería probarlo. ¿Por qué yo solo podía comer cosas insípidas? No era justo, estaba segura, basándome en el olor y sus caras, que aquello merecía la pena.

Di con el local de dónde salía el aroma delicioso poco después. La gente de dentro seguía cómodamente sentada. No se habían dado cuenta del numerito que estaban haciendo sus compañeros fuera. Mejor. Sería un rollo que empezasen a molestar.

Crónicas de Morkvald: Luna Oscura #4 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora