XV

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―Algunos dirían que este lugar es el más romántico del mundo ―me dijo Lehaké, entrelazando sus dedos con los míos, mientras caminábamos (demasiado despacio para mi gusto) por Central Park.

―Yo creía que eso era París. ―Me las di de sabidilla, y oculté una sonrisa cuando me miró boquiabierto.

Fue un sentimiento agradable y cuando me hizo parar en el camino, provocando que un ciclista casi nos arrollase, no pude evitar una risa. Quizá tuvo que ver que me sujetase de la cintura para apartarme del peligroso trayecto del decepcionante caballo de metal.

―Pero mírate, y parecías tan inocentona... ¿Cómo sabes tú eso? ―Su voz destilaba diversión y yo no pude evitar sonreír.

―Lo vi en tu cristal mágico...

―Televisión ―me interrumpió―. Deja de llamarlo así, que es muy raro. Es una televisión, o una tele. Y esto ―sacó el rectángulo negro mágico de su bolsillo― es un móvil o un teléfono.

―Vale. Lo que sea. Lo vi en la televisión. ―Le resté importancia con un gesto―. Pero no entiendo por qué es romántico esto, Lehaké ―reconocí sincera―. Creo que no entiendo bien el romanticismo.

Lehaké se tensó ligeramente, o eso me pareció. Se pasó una mano por el pelo y me hizo un gesto para que siguiéramos caminando. Supuse que no era lugar para pararse tampoco y teníamos que seguir buscando a Darah aunque... Quizá estuviera fatal, pero una parte de mí... No, no importa.

Es solo que... ¿Tan horrible sería no encontrarla? O tardar un poquito más... Notaba que Lehaké estaba harto de ir de aquí para allá buscándola, pero yo había descubierto los perritos calientes y los cachorritos vivos, y el espectáculo de luces de la Estatua de la Libertad fue genial. Además, el desayuno estaba bueno y dormir abrazada a él fue... increíble. Jamás me había sentido tan bien. Y, aunque parezca increíble, había visto algunos cuadros bonitos.

Quise darle otra oportunidad al «arte» y le pedí a Lehaké que me enseñase algo que creyera que iba a gustarme antes de irnos del museo. Y lo encontramos. Había escenas más comunes de humanos que sí que me atraían y paisajes llenos de colores vivos que me hacían desear sonreír... En fin. También habíamos comido, unas ensaladas con carne deliciosas y patatas fritas con diferentes salsas picantes que habían resultado muy interesantes.

Y era posible que pronto acabase nuestro viaje, pero parecía que Lucifer estaba tranquilo. Después de comer Lehaké había querido mirar las noticias y lo más relevante que vimos fue lo que catalogaron de acto vandálico en la Estatua de la Libertad y que me hizo reír, porque fue un caenuna. Tenía gracia, creo. Aunque Lehaké me miró un poco raro.

El caso es que... ¿Y si tardábamos un poquito más en encontrar a Darah? ¿Tan horrible sería? Si todo estaba tranquilo no había motivos para pensar que dejaría de estar así pronto... ¿No?

―Los humanos son animales sociables... ―me dijo Lehaké de pronto―. Y los caenunas se humanizan muy fácil, supongo que la prueba de ello son el propio Primero o Ketiel, que se dedicó a tener hijos por la Tierra... El caso es que a nadie le gusta estar solo, Shey. No como regla, supongo que hay gente que sí es más feliz en soledad, pero en general... Necesitamos gente especial para nosotros a nuestro alrededor. Por eso es necesario el romance entre los humanos. Se cortejan, tienen rituales, claves, señales... Son muy especiales a su manera. Y llevar a alguien de paseo por un lugar así, es romántico. O ir cogidos de la mano. ―Alzó nuestras manos unidas con una risa.

No lo pensé mucho, creía que estaba bromeando como siempre. A veces me costaba seguirle el ritmo, por ejemplo, sabía de sobra que la chica del museo pretendía insultarme, aunque no entendiese sus palabras, pero con Lehaké me sentía muy perdida. Así que solo quise seguirle la broma, sin darle más importancia.

Crónicas de Morkvald: Luna Oscura #4 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora