capitulo 12 - Jardín de infantes

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Algo era inquietante, tenía miedo de que el me dejara sola, lo que resultaba un dilema para mí porque lo tenía al lado, y sabía que algo entre él y yo nunca podría funcionar porque Keyla lo impide.

Pero.. A la mierda Keyla.

Le sonreí agradecida y me tendí en su hombro.

Moría de sueño, de frío, también de hambre, pero no podía dejar a Osvaldo solo en ese hospital sin que sus papás supieran si quiera que él está allí.

Sentí que los brazos de Nate me arroparon con su chaqueta y en un dos por tres tomos mis problemas se desvanecieron.

— ¿Quieres que te vaya a comprar algo para comer? —susurró en mi oído, mientras acariciaba mi cabello con su mano.

— No —le dije abrazándolo con fuerza, para no dejarlo ir—, quédate conmigo.

— Esta bien —dijo mirándome—.. ¿no tienes hambre? —Insistió

— Si, de hecho —admití—, pero no quiero que te alejes de mi ningún momento..

Tengo miedo.

— Lo sé —respondió cuidadoso—.. ¿Qué tal si vamos los dos a comprar?

— Creo.. —lo miré tierna—.. creo que eso estaría bien.

— Bien, vamos, con cuidado —dijo tomando mi mano para que me ayude a levantar.

Al estar de píe rápidamente froto mi brazo con su mano y me puso su chaqueta encima.

Puso su brazo alrededor de mi cuello, y caminamos abrazados, haciéndome sentir mucho más segura.

Nos dirigimos por el largo pasillo del hospital hasta la pequeña cafetería.

Me senté en una pequeña mesa que Nate me indicó que aguardara mientras él iba a comprar algo para comer. 

Lo miré desde lejos y algo me hizo sonreír.

Trataba de ocultarlo en las ocasiones que él estaba presente, pero su simple presencia me hacía querer morir de nervios.

— Toma —dijo entregándome una bandeja que contenía un café y un pedazo de pastel—, toma el café .. Algo caliente le hará bien a tu estomago

— Gracias Nate —le sonreí agradecida, mientras tomaba un sorbo de café.

Él tenía una bebida Redbull y un paquete de galletas de chocolate.

Sonreí al notar lo tierno que se veía comiendo así, como si fuera un niño en un recreo comiendo su colación y lo miré fascinada.

— ¿Qué? —preguntó intrigado, soltando una pequeña carcajada.

— Nada —le dije divertida—, solo que pareces un niño en el jardín de infantes —sonreí.

— Ojalá fuera así —dijo entretenido—.. todo sería más fácil.

— ¿En qué sentido? —le pregunté, tratando de iniciar una conversación que no me hiciera sonrojar.

— En el sentido de que.. Si este fuera el jardín de infantes y nosotros fuéramos infantes, sería mucho más fácil decirte que muero por besarte, y tomarte la mano, y caminar contigo así por el resto de nuestras vidas, simplemente lo haría y tú me darías dulces a cambio.

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Eres un estupido pero no te amaria si cambiarásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora