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♡ pretty girl, pretty girl you should be smiling, a girl like you should never look so blue ♡
A Richie Tozier no era que se le complicara especialmente mantener notas altas, de hecho, su nivel académico distaba mucho de su propia personalidad, pícara y bromista. Aún así, para Betty, él no era más que un muchacho de horrible historial académico a quien le prestaba sus apuntes de grados pasados para que se pusiera al corriente.
Llevaba sus coletas morenas por alrededor de su casa, su piso de madera lloraba cuando sus pisadas descalzas iban corriendo a su habitación, el vuelo azul de su falda a las rodillas vibraba en el viento de la ventana de la cocina, y Richie solo se sentaba en el borde del comedor viéndola conversar y sonreír mientras él se fingía que leía sus apuntes, que en realidad ya tenía pero cambiaba por una tarde agradable.
Ese día Betty estaba preparando un pastel, lo estaría sirviendo más tarde para unos amigos de sus papás, se sentó a su lado para mostrarle su gran libro de recetas, Richie hizo alguna broma del tamaño del libro que la hizo escapar una carcajada larga y medio ahogada, sus mejillas rojas rompían en su rostro, el chico de gafas las ajustaba más al suyo para no perder vista de ella.
Y es que él era toda una burla entre sus amigos perdedores, gastar tardes enteras encerrado con una chica de 17 años, viéndola hacer quehaceres y tareas, a veces pasteles como en esta ocasión. Haciendole conversación de su día, disfrutando de su risa melosa, él estaba siendo una jodida vergüenza.
Pero ese día quería hacer algo distinto, quería empezar a insinuarle su gusto hacía ella antes de que él mismo envejeciera o de que esa linda chica fuese descubierta por algún patán mayor que la hiciera su novia.
A Betty le encantaba la música y como a Richie le encantaba Betty se las ingeniaba para conseguir nueva música que pudiese llamarle la atención. Ese día había encontrado un vinilo precioso en la tienda, el más romántico y de mejor sonido que pudo encontrar. El tocadiscos estaba en su habitación y a ella le emocionaba con fuerza el espécimen en sus ligeras manos, así que abandono su bowl de harina y enjuagó sus manos, corriendo por la escalera con Richie haciendo lo propio detrás suyo.
Se recostaron en su cama, uno en cada lado porque por supuesto que ella no querría que sus caras estuviesen juntas, aún así la veía con sus ojos cerrados, moviendo la cabeza y las palmas como trazando una ola. Se quedó mirándola fijamente, no tenía mucho haciéndolo cuando aún con los ojos cerrados le dijo que no fuera un raro y que no la viera tanto que se gastaba, sonrió, y la siguió viendo.
Sus lentes de fondo de botella le conferían un aire tierno, cuando abrió los ojos los encontró embelesados en ella, la llenaba de emoción verlo ahí tendido frente suyo, aún así le parecía sumamente extraño su sentimiento por la abismal diferencia de edad, que para ser adolescente exagerada era de apenas dos años, Richie era un pequeño chico se 15 y ella era una pronta mujer de 17.
Aún así, con un toque de valentía Richie sostuvo su rostro frente a Betty, ella veía sus pecas, sentía su respiración entrecortada contra su nariz, olía a mentas y chocolate, el chico no tenía el suficiente valor y de no ser por los ojos cerrados y las manos de ella irrumpiendo en su espacio él nunca la hubiese besado.
Su acto inmaduro de besarla le pareció interesante y una mano traviesa quiso tomar de su pecho, ella sonrió en sus labios, las gafas estaban ligeramente empañadas, Betty le retiró su mano y dio un último beso corto antes de salir de la cama.
—No tienes tanta suerte, Richie Bichie, si quieres meterte en mis calzones debes hacer un mejor esfuerzo.
Richie Bichie estaba loco por ella y de alguna forma, si Betty no estuviera loca por él, no estaría metido en su casa.
