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“Es tiempo que empieces a madurar, la edad no es nada si no evolucionas”
Richie es supremamente inmaduro y Eddie no está dispuesto a seguir tomando su mierda como si fuese su madre.
El castaño no bromea, han estado viviendo lo mismo por el suficiente tiempo. En principio fue divertido, que ambos tuvieran dos personalidades, una para ellos mismo y la otra para su entorno, fue asombroso poder ser un Eddie reservado, asmático, apagado frente a ojos de su madre así como lo fue ser tan abierto, travieso, interesado frente a Richie. Era lanzarse a su habitación con la excusa de revisar sus apuntes solo para compartir alcoba con Richie y todas las mierdas fetichistas que iba aprendiendo de sus novedosas novelas eróticas, abrir la puerta acercada la noche para que desapareciera de la escena dejando sus mejillas enrojecidas.
Eddie quiere aceptar que fue un sueño hermoso. Pero ahora era una pesadilla en que, Richie era su segunda cara todo el tiempo y no tenía más nada para él. Menudo egoísta.
Su faceta de dichoso casanova estaba haciéndose real conforme su altura incrementaba, y mientras pasaba más tiempo con esos sujetos desagradables que pasaban su día entero haciendo ejercicios y gritando cosas asquerosas en los vestidores. Eddie admiraba la nueva contextura recién forjada de Richie hasta que empezó a ser admirada por otras chicas, lo odiaba.
Ese día, espero pacientemente en su casa, como solía hacer con recurrencia durante los viernes. Su madre les preparó aperitivos, él le apuntó que verían una película en la televisión (que con mucho esfuerzo logro llevar a su habitación) pero Richie parecía no llegar. Cuando quiso llamar a su casa le avisaron que suponían que estaba en su casa, jodido mentiroso, se escudó diciendo que se había tardado en la tienda y que creyó que se había marchado a casa, haciendo una escena como si efectivamente ya estuviera llegando, pero no estaba, ese maldito no aparecería.
Así que, con el permiso de su madre, Eddie salió a andar en bicicleta, dispuesto a encontrar a ese chico. Fue a buscarlo a su gimnasio, donde le encontró apurando con torpeza una cerveza de caña, Richie odia beber pero sus compinches parecen amarlo. Paso a estacionarse a un árbol cercano, cuidando de no hacer ruido, buscando si había alguien más y en efecto, habían unas cuantas chicas, el grupo de siempre. Cuando vió el brazo larguirucho del pelinegro cruzarse con la melena rubia de Erina sintió la sangre hervir, él le sonrió y antes que se acercara a besarla Eddie golpeó la rama en pro de hacer algún sonido, rápido se escondió.
Algo hizo click en la mente tonta de Richie, todos se pusieron a la defensiva un segundo y al siguiente ignoraron el ruido pensando que fue algún animal. Pero el chico ajusto sus gafas y les comento que iría a fumarse uno mientras caminaba a zancadas a dirección suya.
Si Eddie no le soltó una jodida cachetada de telenovela fue pork la mano del otro fue más rápida, estúpido gimnasio.
——O sea que ya no te importa un coño lo nuestro, claro, si desde que te pegaste a esos andrajosos te pusiste bien raro— susurró a gritos, parecía que Richie le hablaba a un arbusto cuando se defendió.
—¿De qué hablas, Espagueti? Solo es por aparentar, sabes eso mejor que nadie, vamos a tu casa y ahí lo hablamos. Aquí nos van a ver.
—Ni me digas Espagueti— escrutó su alrededor, nadie los miraba, suspiró —Ests bien, a mi casa— Richie pasó su manaza por la cabellera castaña, él se lo quitó de inmediato. —. Solo vamos a platicar, Ricardo— le miró con desinterés, o intento de él y se alejo con su bicicleta al lado esperando a que el otro se incorporará una vez corrió a avisarles que se iría.
Richie no es bueno con las palabras, pero es jodidamente bueno con la boca. Por su lado, su compañero tiene el corazón de pollo y es supremamente sensible a su tacto.
Eddie se odia, y odia a Richie. No quiere a un tipo inmaduro de novio, pero de alguna forma, sí anhela y espera a que Richie cambie.
