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♡ she's like magic, she's like a smoke bomb ♡
Las gotas empiezan a resbalar del cielo, cruje el universo y a Alana se le moja el rostro. Segmentos de sombra azúl le desfilan por el rostro, sorbe la nariz e inhala de su cigarrillo mismo que es la única luz cálida, la luna ha sido fría y sus mejillas enrojecidas lo demuestran.
Lleva las botas negras de siempre, un impermeable del mismo color y va encima de su patineta arcoíris, mantiene el equilibrio sin moverse demasiado mientras conversa con algunos chicos, su risa es silenciosa y nunca la dirige a Finn, quien está parado al borde de la acera de enfrente viendo de lejos después de haber dicho adiós. Aquellos chicos eran sus amigos, como mala suerte él ya se estaba llendo cuando ella apareció, no había excusa real para regresar a verla así que, solo es Finn con los rizos destruidos por el agua viendo a una chica de coletas azules tener una conversación amena sin que sea invitado.
Como todo lo que la implica, se termina pronto y sale saludando con su mano para desaparecer por la avenida, a Finn le toca caminar y lo hace en sentido contrario. Ella desaparece en el siguiente cruce, sus ruedas la llevan a una vuelta a la manzana, para regresar al camino de él. Canta una canción acercándose a sus espaldas, Finn la reconoce al instante y queda paralizado, aunque sin querer parecer un tarado sigue avanzando con lentitud.
Alana baja de su patineta, camina a su lado un segundo sin pronunciarle palabra, se limpia la parte de abajo de su ojo y comienza a cuestionarle el porqué siempre que habla con sus amigos, él no está ¿Por qué? ¿Acaso ella lo molestaba? No, para nada, nada de ella le molestaría, aún así, Finn es tímido y solo responde negando con la cabeza, la chica sonríe a su dirección mostrando su dentadura perfecta. Al aparecer él es el único sujeto que puede caerle bien sin que lo arruine diciendo alguna babosada.
La chica saca de su mochila una sombrilla pequeña, las nubes crugen encima suyo y Finn no planea aceptarla. Poco tiempo tienen antes de que el cielo se rompa en lágrimas pesadas, ella le lanza la sombrilla gritándole mientras huía en su patineta que ahora tendría una excusa para hablarle, para devolverle lo que es suyo. Finn quedó helado, no tuvo más que usarla.
Quizá se la devolvió en días siguientes cuando el clima se había devuelto a soleado. Quizá ella llevaba mucho esperando que diera el primer paso.
