cupid's chokehold ♡ b + t

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boris pavilovsky + theo decker

cupid's chokehold - gym class heroes














cupid's chokehold - gym class heroes

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I mean she even cook me pancakes and Alka-Setzer when my tummy aches. If that ain't love then I don't know what love is


En algún punto de la historia, Theo admitió que probablemente él y Boris no serían tan entrañables de no tener pasados tan parecidos. Les unía sus padres ausentes, sus madres que murieron en el camino, la tristeza de no pertenecer a ningún lado, incluso el levantarse con el mismo pie todos los días, sin ello, serían nada.

Quizá no, quizá sí la vida fuese distinta aunque fuese una aburrida, podrían converger tan bien como hicieron en su primera historia. Es pues el universo en el que Theo jamás es descubierto cerca de su amigo fumador, que nadie llaman a su madre para pedirle ir a una cita escolar, es en el que una tarde su madre llega cansada para tumbarse a ver las noticias del reciente ataque terrorista mientras Theo le lleva la cena recién calentada en el microondas. Su madre suspira, que barbaridad, ¿No crees, Theo?. Si, mamá, debe haber sido terrible pobre gente.

El chico cumple años un julio junto a su madre, ella compra una cámara de Polaroids especial para esas ocasiones y pega la primera que toman en la nevera, en donde descansa Theo con su pastel de catorce velas por muchos años mas. Ahora, en realidad el jilguero estará siendo restaurado en algún estudio de Francia de donde es bastante posible que no vuelva. El chico tampoco tiene que reencontrarse con el rostro de su padre, ni el de Xandra, jamás va a Las Vegas porque desconoce que su padre está ahí, en su momento, también desconoce su muerte a los cuatro años del atentado, así su papá se queda muerto desde que se fue por primera vez.

Pero Boris existe, lo hace a la sombra caliente de Nevada, bebiendo cerveza antes de entrar a clase y evadiendo las miradas con su padre. Habla con nadie, duerme en su piscina vacía hasta que la noche se acaba y el sol le deja la piel roja.

Los caminos se cruzan, quizá Theo es bueno con las ventas así que al cumplir 18 va a conseguirse un empleo que le implique la conversación y se encuentra con un cartel discreto en el cristal de una tienda de antigüedades a la que va a preguntar sólo para quedarse ahí embelesado de las piezas que el nuevo conocido, Hobart le muestra. Es probable que le encante las historias que las antiques tienen, así que permanece empleado en ventas.

Mientras, el sujeto ruso pasa por última vez por el marco de su casa rumbo a largarse a un lugar donde no haya clima de 40° a la sombra y en el que pueda vivir el sueño americano sin que nadie le pise los talones. El mejor destino es al otro lado del país, en tierras neoyorquinas a las que llega de ahorros y de objetos robados y revendidos.

Un buen día, con el periódico del día bajo el brazo dispuesto pues a encontrar su nuevo trabajo se pasa por enfrente de una tienda peculiar, en la que se detiene solo a prender un cigarro, está encorvado mirando con curiosidad los objetos que se desplegan en el mostrador entre piezas de bronce y un tocadiscos resquebrajado de las orillas. Es cuando en esa realidad, Theo aborda su presencia meciéndose en el borde de la puerta de cristal para saludar y preguntar si quisiera que le mostrase algo, el ruso le sonríe pasando su mano por su cabellera negra, le responde amable que sería agradable que le mostrase un empleo decente, medio broma medio real, blandió su periódico sonriendo con timidez. Descuide, gracias por la oferta, buen día. Luego de eso solo desaparece en alguna esquina a la mirada del sujeto de gafas la cual va llena de curiosidad.

Quizá su habilidad para los idiomas lleve a Boris a terminar en cierto museo reinstaurado para ayudar a los visitantes a encontrar las salas, puede que Theo haya adoptado la afición de su madre de visitar ese mismo sitio cultural para revisar las nuevas obras. Ahí es donde, oh, chico antiques si que tienes fetiche con las cosas viejas. A Theo le divierte que aquel sea un sujeto tan abierto a soltar cualquier idea aunque advierte que no es lo suyo hacer muchos amigos así que solo ríe con suavidad y le murmura que es agradable que ya tenga un trabajo decente mientras se va retirando a alguna de las salas.

Cuando se viene de regreso a la puerta principal, Boris abandona sus asuntos un momento para acercarse al chico antiques solo para preguntar su nombre, a lo que el chico responde con un apretón de manos y un Theo Decker, un gusto. Luego se vuelve algo usual ver a uno en el trabajo del otro de alguna forma, cosa que culmina con Theo Decker explicando datos sin control acerca de las obras expuestas en el museo y con Boris escuchando con atención todo lo que decía para repetirlo a quien quiera que se le apareciera por ahí.

Pasan por una cerveza, que con el tiempo se hace una cita habitual en la que Boris hace burla de los clientes decrépitos de la tienda de antigüedades mientras Theo defiende a las señoras que más agradables le parecen.

A Boris le gusta que Theo le acompañe a casa, que lo acerque a su cama para dormir y empezar con sus palabras extranjeras que tanto enloquecen al rubio, convencerlo de quedarse a dormir y probablemente atacarlo en medio de la noche con un beso que de inmediato despierta el instinto del tipo. Todo sigue siendo más ameno en la obscura soledad de la noche, más ameno que Boris pasando sus largos dedos alrededor del cuello de su acompañante, más que Theo sosteniendo sus manos en la espalda mientras cae su torso sobre las almohadas.

fine line    (ONE SHOTS/FINN W.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora