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♡ fingers diming the light, like you're used of being told that you're trouble ♡
Cuando Boris llegó a tocar la puerta Theo no podía creerlo, hizo ademán de quitarse las gafas para limpiarlas mientras el más alto golpeaba su hombro y se le lanzaba en el abrazo más abrigador que haya recibido.
Le invito a pasar a su comedor donde le presentó a su mejor amiga Pippa, la vio juguetear con el vuelo de su vestido mientras le susurraba al oído "¿es él?" Sólo para recibir un fuerte asentimiento. Ahora Boris se sentía en casa.
Habría algunos días en que Hobart le dejaría quedarse en su casa, aunque con días se refería a "el tiempo que necesites" la verdad es que el chico rizado estaba decidido a conseguirse su propio apartamento en cuanto fuese posible.
Mientras Boris planeaba la huida, Theo se la iba complicando, llegando en medio de alguna tormenta para arroparse a su lado o solamente escabulléndose para beber una cerveza mientras conversaban de cualquier cosa. El tema usual eran las nuevas clases de conversación rusa que Theo llevaba por las tardes, de Boris contándole algunas frases que podía decir para parecer que se sabía bien el idioma, también noches de ver al más alto salir de su ducha mientras va contradiciendo todas las cosas que los libros rusos de Theo dicen.
Aquella noche no era distinto, y el pelinegro sostenía su cabellera en una toalla roja para secarlo mientras se sentaba al lado de su amigo, quien recitaba un poema en ruso, mismo que no iba sonando lo suficientemente bien pues el otro lo detenía cada tanto para decirle como pronunciar. Luego de terminar unas cuantas partes más Theo trajo de la cocina algunas galletas que él y Pippa habían estado haciendo para el postre, una media sonrisa en su rostro le confesaba a Boris que la pelirroja no tenía ni idea de que él las tenía.
Continúan asi, a pesar de que no hacen mucha conversación una vez alcanzan a sentirse adormilados, no son capaces de hablar mucho cuando Theo se deshace de su pijama para no ahogarse de calor cuando se recueste junto a Boris, hablar lo haría innecesariamente incómodo. Así que solo pasan algunas horas hasta que el rubio bostece y deje sus gafas en la mesita de noche. Al momento siguiente su amigo se coloca a sus espaldas para hacer una tonta broma de su cabello rubio solo para tener de pretexto para acariciarlo, el chico no es bueno resistiendo a ello y no lo hace.
Pronto la cabecita rubia encuentra camino encima del hombro del ruso y duerme ahí apoyando su frente en el corazón de latidos suaves. Aún así, en esa tranquilidad también hay cabida para malos sueños y recuerdos hechos de cenizas que no tardan en torturar la mente de Theo quien comienza a temblar, a removerse en las sábanas con intención de zafarse. Es el momento en que Boris con los ojos medio cerrados arma sus brazos alrededor de él para atraerlo de su caída, piernas cubriendo su torso, su lengua haciendo un ligero silbido para arrullarle de vuelta.
Ahora, la primera vez que Boris le susurra a Theo que lo ama es a las 4:25 de la mañana en medio de noviembre. Lo pronuncia a su frente cuando le deja un corto beso, sabe que él no lo escucha por estar sumergido en controlarse pero aún así se siente fabuloso decirlo afuera de su cabeza.
La mañana se apresura pronto luego de calmada la situación, Theo se levanta aún más temprano para poder irse a su habitación y actuar recién despierto frente a Hobart. Mientras ve a Boris hecho bolita entre las sábanas, el de gafas se arma de valor para arroparlo y devolverle un “yo también te amo, Boris”. Mismo que por supuesto el chico escucha sin hacer mucho reparo en el momento.
Es incómodo mientras desayunan, solo porque hacen que lo sea, Boris por que le dijeron que lo amaban, le resulta rarísimo, y Theo porque Boris no podía ser el único incómodo en la mesa. Como dos niños haciendo un berrinche, no podían permitirse el quererse tanto y saberlo a la vez, era demasiado cursi.
Aunque bueno, después de haberse conocido era sincero decir que llevaban de segundo nombre eso mismo, cursis.
