Capítulo 1. State of Grace

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Mi corazón latía al ritmo de mis canciones, de mi propia voz, de aquellas letras que escribía y que a mis fans les encantaba escuchar. Amaba mi profesión, pero más que nada, amaba la manera en que el público me hacía sentir cada vez que me subía a un escenario. La piel se me erizaba, el corazón se me aceleraba, sentía un cosquilleo en el estómago, mis ojos se llenaban de lágrimas de emoción, y una energía electrizante recorría todo mi cuerpo.

Llevaba dos años siendo mundialmente famosa y todavía seguía sorprendiéndome que hubiese personas que se supiesen cada verso que escribía, que supiesen los ritmos y que cantaran a todo pulmón en cada uno de mis recitales. Todavía me sorprendía que hubiese quienes no hablaban el mismo idioma que yo, y aun así entendían lo que yo decía.

Sonreí cuando escuché a alguien gritar que me amaba. Era imposible no hacerlo cuando alguien a quien no conocía personalmente, me quería de esa manera tan arrolladora. Nunca sería capaz de acostumbrarme a aquellas sensaciones, y mucho menos sería capaz de, algún día, dejarlas ir.

This is the Golden age of something good and right and real.

(Esta es la época dorada de algo bueno, justo y real.)

Tomé un trago de agua todavía oyendo cada uno de los gritos, porque, incluso aunque a veces era difícil identificar lo que decían, estaban llenos de una energía tan poderosa que viajaba directo a mi corazón.

—Espero hayan disfrutado la noche tanto como yo lo hice. Gracias por haberme acompañado esta noche... Ustedes son increíbles —susurré, sin poder evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas. Siempre había sido una chica soñadora que quería cumplir su sueño pero ni en mis más vívidas fantasías imaginé que sería tan especial estar de pie en un escenario y que tantas personas asistieran a verme especialmente a mí.

Deslicé los dedos por debajo de mis ojos secando las lágrimas y cerrando los ojos. Inhalé intentando que mi pecho se llenara de todas las buenas energías que mis fans me enviaban en aquel momento tan especial que compartíamos, porque a pesar de estar cansada después de dos horas de espectáculo, siempre me era difícil despedirme. Siempre tenía el miedo de que fuera la última vez que me subía a un escenario.

"—Pero la noche no ha terminado todavía. Nos falta cantar una última canción que creo que ustedes conocen muy bien —escuché los gritos enloquecidos de todos cuando uno de los músicos comenzó a tocar la melodía y sonreí divertida—. Quiero que la canten a todo pulmón conmigo, y que se vayan con la misma sensación hermosa que siento yo después de pasar una noche con ustedes. Quiero que salgan al mundo que hay ahí afuera y cumplan sus sueños, que den lo mejor de ustedes mismos, porque todo es posible.

Con esas últimas palabras comencé a cantar como si fuese la última vez que lo hacía. Dando lo mejor de mí misma, bailando, divirtiéndome porque si bien había muchísimas cosas de las que me podía quejar de mi profesión, aquel momento era imposible de criticar.

El momento en que conectaba con mis admiradores era por lo que me mantenía año tras año lanzando nuevos álbumes, sin que me importasen las críticas destructivas, sin que me importase el machismo que se vivía en la industria musical, sin que me importasen mis miedos. Solo se trataba de hacer felices a quienes me motivaban y me querían.

La canción terminó y poco a poco las luces del escenario se fueron apagando. Suspiré con una sonrisa y caminé lejos del escenario escuchando a la multitud gritar mi nombre a coro.

—Haley, estuviste increíble. Igual que siempre —me felicitó mi representante, Liam. Acarició mi cabello y me besó la frente antes de guiñarme un ojo y alejarse. Él tenía veintiocho años, cinco más que yo, y me había acompañado desde que comencé mi carrera.

Un beso y una estrofa | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora