Madrid, 1986
Los años ya habían pasado, y con ellos había llegado la etapa más difícil quizás de la vida de ambas chicas... La adolescencia.
Con 15 años cada una, la adolescencia estaba comenzando a hacer de las suyas. Y a provocar cambios enormes y inexplicables para ambas en sus cuerpos... En sus deseos.
Raquel aún reía al recordar a Alicia gritar exagerada y horrorizada al tener su primera regla. O verla llorar cuando le salió su primer grano.
Al igual que Alicia, aún continua a burlándose de Raquel y sus pechos. Los cuales, al igual que los suyos, habían crecido de un día para el otro.
Ninguna sabía bien que les ocurría. Ni siquiera comprendieron del todo la explicación de Mariví sobre la pubertad.
Pubertad? Que era eso? El nombre de una mala película? Esa fue la expresión de Alicia la primera vez que oyó hablar de ello.
Pero a pesar de todo, algo no había cambiado... Y esa era su amistad.
Ni una Mónica... Ni un Álvaro... Incluso ni un Germán, chico el cual persiguió a la pelirroja durante un año, pudieron romper ese lazo tan fuerte que se había creado entre ambas.
-Déjame, ridícula- se quejó Raquel apartando la mano de su pelirroja, la cual insistía en arrancarle un pequeño grano que le había salido en la punta de la nariz
-Déjame sacarlo, por fis- pidió volviendo a tratar
-Nooo! Y menos acá- exclamó la castaña viendo hacia todos lados
Estaba a penas en la entrada del instituto.
-Bueno, pero cuando lleguemos a casa no te salvas, entendido?- advirtió Alicia -Que más que un grano parece que te está creciendo el Everest en la punta de la nariz-
-Exagerada- murmuró Raquel sacándole la lengua -Hablando de casa. Hoy te quedas a dormir en la mía, no? Le pediste permiso a tu mamá?-
-De cuando acá tengo que pedir permiso?- dijo Alicia haciéndose la rebelde. Ese era otro cambio que trajo consigo la pubertad en la pelirroja. Su rebeldía había Sido multiplicada por mil.
-Alicia...- la reprendió Raquel
-Que?- sin entender -No tengo por qué pedir permiso, Raquel. Y menos para ir a tu casa. Ya que prácticamente vivo ahi-
En eso tenía razón. En los últimos años no había noche que Alicia no durmiera en casa de la castaña, o sino lo contrario.
El día que se veían obligadas a dormir solas, el sueño parecía estar ausente.
Tal vez me acostumbré a sus abrazos, pensó Alicia la primera vez que no pudo dormir sola en su propia habitación.
-Alquilé una peli- informó Raquel siguiendo caminando a su lado -De terror. Cómo a ti te gustan-
-Ahh, ya te he dicho que te quiero- dijo Alicia feliz de escuchar aquello, pasando su mano derecha por encima de los hombros de la castaña.
Amaba caminar con ella de esa forma. La hacía sentir protegida, querida...
-Nop, casi nunca me lo has dicho- dijo Raquel con tono burlón, consiguiendo un golpe en el hombro como respuesta de la pelirroja.
Estaba por volver a decirle algo, cuando los ojos de Alicia captaron una figura conocida cerca de los estacionamientos de la escuela.
Aquella cabellera negra azabache y esa mirada tan intensa, Alicia Sierra la reconocería en cualquier sitio.
-Ahi está la señorita Alba- dijo Alicia media embobada al ver a la chica que se encontraba al lado de su auto a unos metros de ella
Raquel frunció el ceño al ver la forma en la que su mejor amiga miraba a la profesora de artes
Alba Flores era la profesora de ambas desde hacía ya unos meses. Ella era la encargada de la materia de artes plásticas. Y sin duda en el poco tiempo que había estado en la escuela había creado un vínculo bastante extraño para Raquel con Alicia.
La pelirroja se quedaba boba en las clases de la chica, ni siquiera le prestaba atención a Raquel cuando ella le hacía sus chistes diarios.
Raquel no comprendía del todo la situación, pero el solo hecho de ver a su mejor amiga alejarase para saludar a aquella mujer la hacía sentir un terrible ardor en el estómago.
-Ahora vuelvo- dijo Alicia soltando su agarre y caminando en dirección a la pelinegra.
Raquel la observó en silencio. Viendo cómo corría al ver que la profesora había entrado en su auto. Parecía una perrita faldera, pensó al ver como Alicia se acercaba nerviosa.
-Qué te pasa?- murmuró observándola atenta
Mientras la pelirroja se acercaba nerviosa al auto de su profesora.
Por qué mierda me siento así? Se preguntó a medida que avanzaba
Le caía muy bien su profesora. La consideraba la mujer más linda que había visto... Bueno, luego de su mejor amiga... Por eso se ponía nerviosa? Por qué la consideraba linda??
Estaba a punto de llegar cuando vio como su profesora no estaba sola en el auto. En el asiento del copiloto una chica morena se encontraba sonriendo.
Antes de que ni siquiera pudiera dar un paso más, los ojitos de Alicia captaron algo que la hizo detener su paso
No lo comprendía... No podía creerlo...
Eso se podía hacer?? Ellas... Ellas también tienen un saludo especial de amigas??
Pensó Alicia viendo cómo su profesora besaba fogozamente a la morena que tenía a su lado.
Sintiendo sus mejillas arder en fuego , Alicia de alejó de ahí prácticamente corriendo, llegando hacia su amiga y tomando su mano.
-Que sucede?-
Pero esa pregunta no obtuvo su respuesta....
El tono de aquella contestadora parecía estar burlándose de ella.
Era el quinto mensaje que le dejaba en la última hora. El treinta en la semana. El mil en el mes.
Hablar con aquella maldita máquina se había convertido en su día a día. Pero no se iba a rendir.
Tenía que hablar con ella. Hacerle saber la verdad.
Sin embargo, al parecer tenía al destino en contra.
-Alicia, este es el décimo mensaje que te dejo en la mañana. No me voy a rendir hasta que decidas hablar conmigo. Por favor. Llámame- dijo dejando su mensaje"El buzón de entrada se encuentra lleno en estos momentos. Su mensaje no ha Sido guardado"
Dijo la contestadora, jugando con su paciencia.
-Mierda- exclamó enojada lanzando lejos su móvil.
Ya estaba harta de todo! Harta de la situación! Harta de sus miedos! Harta de Alicia!
Tenía que hablar con ella.
Hacerla entender la verdad... Por qué eres tan cabezona? Pensó viendo la pequeña foto que había colgada en la pared de su salón.
Extrañaba estar así con ella. Abrazándola, besándola aunque sea en la mejilla.
Desde su regreso nada había sido igual...
-Aún no has conseguido hablar con ella?- una voz masculina se escuchó tras su espalda.
Ya había olvidado su presencia en la habitación. Pero él estaba ahí. Apoyándola como siempre.
-No, no lo he conseguido- se lamentó Raquel llevándose las manos a la cabeza
-Y por qué no vas a su casa? Sabes dónde vive, no?- dijo el chico acercándose mientras se ajustaba las gafas.
-Sergio, no es tan fácil. Recuerda lo que pasó la última vez... A parte... Ella... Ella está muy sensible. Desde que salió del hospital no es la misma- dijo Raquel recordando aquel terrible momento, en el cual casi pierde a su mejor amiga par siempre.
-Cariño, no pierdes nada con intentarlo. Ve - propuso Sergio acercándose a ella y abrazándola -Tienes que poner en marcha de una vez tu plan. Te estás quedando sin tiempo. Sabes que día es hoy?-
-Lo sé. Sé que solo faltan cinco días- suspiró correspondiendo a su abrazo
-Exacto. Solo faltan cinco días para nuestra boda-