Madrid, 1986
Raquel nunca había tenido ganas de matar a alguien. Jamás... Siempre de consideró una persona tranquila, amante de la paz...
Sin embargo, aquel viernes cuando su amiga de prendió a su brazo, deseo matarla con sus propias manos.
Por qué tenía que ser tan metida y tan insistente??? Pensó Raquel mientras veía a Mónica acomodarse en el colchón que había en el suelo.
Ese viernes de suponía que sería su noche... La de ella y la de Alicia. Noche la cual Raquel aprovecharía para sacar todo afuera. Poner finalmente las cartas sobre la mesa y hablar acerca de lo que realmente sucedía entre ellas...
Claramente ya no eran solo amigas... Pues como bien sabía, las amigas no se miraban de esa forma, no se tocaban, no se besaban ni mucho menos se desnudaban una delante de la otra como ella hacía cada noche ante los ojos de Alicia.
Ese día no podría cumplir con el ritual tan preciado. Por qué?
Pues se debía a la presencia de aquella intrusa en su casa.
Mónica había insistido en pasar la noche en casa de Raquel, inventando una sorpresiva pijamada entre ambas y la pelirroja, a la cual Raquel había insistido en invitar.
Si tenía que aguantar ese suplicio al menos no lo haría sola.
Y así se encontraba... Con ganas de asesinar a la rubia, y en espera de Alicia sobre la casa del árbol.
Ya se le había hecho tarde... Qué estaba haciendo?? Acaso no vendría??
O tal vez...?
Tal vez la estaba esperando en su ventana. Como cada noche... Lista para verla.
Sería así? Pensó Raquel tratando de ver hacia la casa de la pelirroja. Pero nada... No lograba divisarla en ningún momento.
-Y? Qué vas a hacer con tu amor?- la voz de Mónica la hizo salir de golpe de sus pensamientos
-Eh? Qué?- girando a verla -De qué hablas?-
-De tu amor... Cuando vas a dar el paso?- dijo la rubia con una sonrisa pícara
Las mejillas de Raquel se tiñeron de rojo intenso. Qué decía?? Acaso se había dado cuenta de...? Tan evidente era??
-De qué hablas??- acercándose a Mónica -Que sabes?? Cómo sabes?-
-Ahh, Raquel todos saben- rodó los ojos Mónica tras soltar un suspiro -Él no es muy discreto que digamos-
-Él?- confundida está vez -De quién hablas?-
-De Alberto. De quién más voy a hablar? De tu amor- dijo con voz cómica alzando sus cejas de forma cómica
Ahhh, Alberto.... Hablaba de Alberto. Menudo alivio, pensó la castaña sintiéndose nuevamente segura.
No estaba segura de poder lidiar con alguien sabiendo el pequeño embrollo con el que estaba lidiando en esos momentos.
-Alberto, no es mi amor. Eso que te quede claro -señaló Raquel -Así que por favor te agradecería que se suspendieran las bromas con él-
-Cómo??!! Pero por qué?!!- sorprendida -El chico es hermoso, Raquel. Y se muere por besarte-
-Pues yo no me muero por besarlo a él. De echo me cae hasta mal- argumentó Raquel -Él se burla de los más débiles, y para colmo anda con el imbécil de Andrés que no ayuda en nada-
-Pero es lindo- dijo Mónica como si fuera la verdad más absoluta del universo -Y tiene esos ojos claros que te miran y te ahhh- suspiro dejándose caer sobre el colchón
Raquel la miró pensativa. Ni siquiera se había percatado del color de los ojos de Alberto. Qué le importaba su color??
Si eran verdes, pues felicidades por él. Ella ya había encontrado a un par de ojos verdes que la miraban con la intensidad más grande de este mundo y los amaba.
Nadie nunca la miraría como lo hacía Alicia. Esa devoción, ese deseo...
Alicia la hacía sentir mujer, a pesar de solo tener 15 años.
Aún recuerda ese primer día en que la pilló observándola semi desnuda.
En un principio, quiso taparse, huir de su mirada curiosa... Pero al mismo tiempo le fue tan... Emocionante? Si, se podría decir así.
Los ojitos de Alicia la observaban casi hipnotizados desde su ventana. Y a medida que pasaba el tiempo, ella quería más... Enseñarle más... Hacerla perder la cabeza con cada pedacito de su cuerpo.
Lo malo es que a la mañana siguiente ninguna hablaba del asunto... Era como si esas dos chicas que se devoraban con las miradas al caer el sol, fueran dos personas totalmente ajenas a ellas dos.
Cosa que ya le empezaba a cabrear a la castaña.
-Eh...- ella. Su voz -Se puede?- Raquel se volteó casi de inmediato a verla
Ahí estaba... De pie en la puerta con un bol lleno de palomitas en la mano. Dios, podía ser más linda?
Se veía tan delicada en su pijama de unicornios, que le daban ganas de olvidarse de la presencia de Mónica y besar sus labios
-Desde cuando tienes que pedir permiso?- quiso saber Raquel a la par que la jalaba dentro por una mano
-No, es que... Las oí hablando de sus cosas y no quise...- tartamudeo la pelirroja una vez dentro
-No hablábamos de nada interesante- dijo Raquel encogiéndose de hombros, y mirando de reojo a Mónica para que se mantuviera callada.
Lo último que necesitaba esa noche era una Alicia celosa por causa de una tontería.
Gracias al cielo, la rubia pareció comprender. Y sin decir una palabra sobre el tema se acostó dispuesta a empezar la noche de películas
Una... Y otra... Y otra...
Ya a la quinta película, Morfeo había llegado y las había envuelto a todas en su manta... Bueno, a casi todas.
Los ojos marrones de Raquel seguían abiertos, de par en par. Pensativos... Dudosos.
Y centrados en aquel rostro pálido lleno de pecas que dormía plácidamente a su lado.
Mordiendo levemente su labio inferior, Raquel pensó en si despertarla era lo correcto. Quería hablar con ella... Ver esas esmeraldas que tenía como ojos
Pero a la vez, algo la detenía... Su rostro.
Se le veía tan linda de esa forma. Dormidita... Ajena del mundo y la realidad.
-Dios, Alicia, que me estás haciendo- suspiró la castaña mientras con una delicadeza total comenzaba a contar las pecas de su compañera
Puedo pasar mi vida contando tus pecas, pensó Raquel perdiéndose en cada una de ellas.
Era tan hermosa que dolía hasta mirarla.
No era nada raro que sintiera esas cosas por ella. Lo extraño era lo que había tardado en sentirlas.
Siempre había estado ahí... Ese amor... Ese deseo...
Incluso cuando eran unas niñas y jugaban a las princesas en el patio de su casa. Siempre lo había sabido... Qué Alicia Sierra era su príncipe azul... Su guerrera.
Un suspiro acompañado de un pequeño sonidito se escapó de los labios de la pelirroja, haciéndola detener sus caricias en seco.
Se había despertado??
No, seguía profundamente dormida como el pequeño ángel que era. Sin embargo, aquella acción había causado que la atención de Raquel se centrara en una parte específica de su rostro... Su labios...
Ahí estaban... A apenas unos centímetros de los suyos... Solo era moverse y atraparlos levemente...
Deseaba besarla... Dios, como deseaba hacerlo.
Alicia había sido su primer "beso", aunque hubiera sido simplemente un choque inocente de labios cuando eran más pequeñas
Pero ese simple toque la había hecho tocar el cielo sin ni siquiera tener alas
Qué se sintiría besarla de verdad??
Pobrar sus labios por completos...
No sé en qué momento exacto lo decidió, ni de dónde sacó la valentía para hacerlo. Pero ahí estaba...
Rozando sus labios contra los de una dormida Alicia... Atrapando con suma delicadeza el labio inferior de Alicia entre los suyos...
Tan blandito... Tan suave... Se sentía simplemente perfecto...
Se separó un poco solo para ver si su pelirroja daba señales de haberse despertado. Pero al ver que no fue así... Decidió probar un poco más de esa droga que recién había descubierto.
Con más decisión atrapó esta vez el labio superior de Alicia, aprisionandolo durante unos segundos entre los suyos...
Pero cuando estaba decidida a avanzar sin importar las consecuencias, unos ojos marrones abiertos en par en par la hicieron separarse de golpe...
-Qué... Qué hacías??-