XIV."Efímero"

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La luz se coló en la habitación, las cortinas estaban corridas y iluminaban la habitación, la alarma sonó y con un gruñido Meliodas la apagó

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La luz se coló en la habitación, las cortinas estaban corridas y iluminaban la habitación, la alarma sonó y con un gruñido Meliodas la apagó.

—Ah, quiero dormir más~ —Bostezó extendiendo sus brazos, buscando algo o a alguien. Abrió sus ojos con pesadez al no sentir a su amada, al enfocar su vista y no verla se sentó en la cama somnoliento.

 Abrió sus ojos con pesadez al no sentir a su amada, al enfocar su vista y no verla se sentó en la cama somnoliento

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—¿Ellie? —dijo su nombre con la esperanza de que estuviera en el baño. —¿Elizabeth? —volvió a llamarla y al no obtener respuestas se levantó. Sus pies descalzos tocaron el suelo frio haciéndolo estremecer.

Recorrió la habitación con la mirada, la ropa de Elizabeth ya no estaba, tampoco sus zapatos. Camino hasta el buró y sonrió al ver una nota, tal vez se fue de urgencia... O eso creyó.

[ "Meliodas.

A tú lado están las llaves de la taberna, es tuya, siempre fue tuya; te agradezco el detalle pero no quiero nada que venga de ti. Puedes dársela a tu 'Esposa' ella es dueña de la mitad de tus cosas y no quiero problemas con ella ni con nadie. No puedes negarme que no es verdad, esos papeles están esparcidos en el suelo. 

Me disculpo por esculcar tus cosas pero tenía esperanzas de que esa mujer me hubiera dicho mentiras. Gracias por todo lo que hiciste por mi, pero no quiero volver a verte, no quiero que me busques y tampoco que vengas a mi hogar o con mis conocidos, ya me quedo más que claro, que esa mujer es tu esposa y que me engañaste desde el primer día.

Suerte Meliodas Demon. Eres un idiota." ]

Meliodas estaba temblando, la hoja se estrujaba en sus manos arrugándola, la dejo caer y volteo al suelo donde estaban papeles esparcidos, la carpeta y cajón abiertos. Se acerco a ellos y los recogió, su acta de nacimiento, la de su prometida y la famosa 'Acta matrimonial'

Sus ojos se cristalizaron y en su garganta se formaba un nudo, leía una y otra vez aquella acta, como si fuera un escrito prohibido, sus ojos se pusieron rojos y con sus manos arrugó el acta de nacimiento de Liz.

Casanova ¦ Melizabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora