VII."Limerencia"

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Elizabeth estaba nerviosa, con las palabras atoradas al estar frente al imponente hombre de cabello negro, era seguro que la despediría por tremendo show

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Elizabeth estaba nerviosa, con las palabras atoradas al estar frente al imponente hombre de cabello negro, era seguro que la despediría por tremendo show.

—Señorita Goddess, creo que esto ya se salió de control —habló el mayor sin dejar de verla a los ojos.

—Señor Ludociel, esto en serio no se volverá a repetir —dijo; tratando que sus suplicas fueran escuchadas, necesitaba el trabajo, quería lograr grandes cosas por su propia cuenta.

—Elizabeth la primera vez te dije que estaba bien, pero —volteó a ver a Nerobasta, quién le asintió para que continuara. —Mi club no es un ring de boxeo —se alejó de ella, para caminar hasta su oficina.

—¿No puedo tener otra oportunidad? —preguntó, más el hombre no detuvo su caminar.

—Lo siento, espero tu renuncia mañana.

—Lo siento, linda —habló Nerobasta despidiéndose de ella mientras seguía a su jefe por detrás,

—Ellie...

—Tranquila, buscaremos una solución...

—Ahora no chicas... —murmuró cabizbaja. Tomó aire y sin mirar a nadie salió del club para posteriormente subir a su auto.

Elizabeth cubrió su rostro mientras lloraba sin consuelo, inclino su cuerpo en el asiento dejando salir sus emociones. —Ese tonto —sorbió su nariz con fuerza al sentir la mucosidad salir.  Encendió el estéreo seleccionando mi playlist en aleatorio, subió el volumen mientras encendía el auto; se hecho en reversa, conduciendo sin un rumbo. —Idiota —soltó mientras doblaba a la derecha. —Ese estúpido —Aumento la velocidad dejándose llevar por su sentir, estaba llena de ira, por la culpa de ese enano había perdido su trabajo.

¡Ella es mía!  ] —Las palabras de Meliodas retumbaron en su cabeza haciéndola sonrojarse hasta las orejas. Bajo la mirada sin prestar atención en el camino, sacudió sus pensamientos calmando su sonrojo, y levanto su mirada enfocando su vista en el hombre frente su camino.

—¡Carajo! —freno con velocidad, haciendo que el hombre cayera al suelo. Desconcertada bajo el volumen de la música mientras su pecho subía de arriba a abajo, salió del auto atemorizada de encontrarse con el hombre arrollado. Que casualmente se trataba del rubio de ojos esmeralda.

—¡Señor Meliodas!

Corrió a su auxilió, inclinándose a su altura para revisarlo.

—¿Estoy en el cielo? —murmuró el más bajito mientras abría sus ojos.

—¿P-porqué lo dice?, ¿Qué siente?

—Lo digo...—respiro pesadamente para luego tomar la mano de la preocupada albina. —Porque estoy viendo a un ángel —eso basto para que la chica se levantara mientras torcía los ojos. —¿Ño me ayudaras?

Casanova ¦ Melizabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora