XVI."Ella, yo, y tú"

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*C va a llorar un ratito al escuchar la canción y ver el video*

Una deprimida y ojerosa Elizabeth se levantaba de la cama; su cabeza le daba vueltas y los recuerdos de Meliodas llegaron a su mente en cuestión de segundos

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Una deprimida y ojerosa Elizabeth se levantaba de la cama; su cabeza le daba vueltas y los recuerdos de Meliodas llegaron a su mente en cuestión de segundos.

No había sido un sueño, Meliodas la engaño y logró seducirla como una más de las chicas que tenia en su lista.

Sin querer una lágrima se deslizo por su mejilla, se sentía tan mal, se sentía sucia, incrédula e indefensa, sus amigas no merecían soportar su comportamiento tan infantil; se levantó de la cama y salió de su habitación en busca de sus compañeras. Diane estaba sentada el el sofá viendo una de sus películas de comedia romántica y Elaine degustaba un exquisito huevo revuelto, sus pasos se hicieron grandes y sus manos estaban temblorosas, ¿Qué pasa si no la perdonan?, ¿Qué pasa si ya no quieren vivir con ella?, ¿Qué pasa s-

Todos sus pensamientos se fueron al carajo cuando vio las miradas penetrantes de sus amigas sobre ella, esperando lo peor mordió su labio inferior. Pero no paso nada, más que un abrazo de parte de ambas, dejándola sorprendida y feliz de que ellas fueran así.

—¡Buaaa! —comenzó a sollozar Elizabeth mientras correspondía el abrazo. —¡Lo siento!, ¡Lo siento!, ¡Lo sientooo!

—Eres una tonta Ellie.

—Pero eres nuestra tonta —completo la rubia sin dejar de abrazar a Elizabeth. Solo ellas la apoyaban tanto, solo ellas se iban a quedar a su lado cuando más lo necesitará, no como Meliodas, no como ningún otro hombre. —Estamos aquí para apoyarte, hoy y siempre.

[*]

Era la sexta vez que repetía la canción en la radio, la cantaba a la perfección mientras bebía directo de la botella de Tequila; sus ojos estaban rojos al igual que sus mejillas.

—Oh, mi dulce Ellie... vas a matarme sin ni siquiera estar aquí —susurraba mientras admiraba la botella medio vacía en sus manos. —Eres como este Tequila, ardiente, fuerte, y áspera... Pero a la vez tan pura, consolable y estridente.

La canción volvió a repetirse haciendo que Meliodas estampara la botella contra la pared, rompiéndola en miles de pedacitos que quedaron esparcidos en el piso. Por más que se esforzaba no sabía como seguir con esa culpa e irritación que le causaba estar separado de su Diosa.

—¡MALDITA LA HORA EN QUE ME TOPE CONTIGO! —Gritó tomando la foto enmarcada sobre su escritorio: eran él y Liz tomados de la mano mientras sonreían a la cámara para capturar aquel recuerdo, no entendía porqué aún la conservaba pero hasta aquí había llegado, la lanzó como un beisbolista profesional estampándola contra la pared justo donde había tirado la botella.

Casanova ¦ Melizabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora