XVII."Dérive"

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Elizabeth se detuvo quedando cara a cara con la mujer frente a ella

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Elizabeth se detuvo quedando cara a cara con la mujer frente a ella. Liz Danafor, una mujer de veintitrés años, con cuerpo de infarto, ojos azules como el cielo y cabellos rosados que le llegaban a no más de sus hombros; además de ser una mujer de lujos, estéticas y modales también era esposa de Meliodas Demon. Un idiota con piernas.

—Estoy a tus ordenes.

—No me gustaría interrumpir tu 'cita' con el elegante caballero —le guiño el ojo a Estarossa haciendo que este apartará la mirada. —Pero es importante.

—Si importante te refieres a restregarme otra vez que Meliodas es tuyo, créeme que pierdes el tiempo —lo dijo con tanta seguridad, que se desconoció a ella misma; Y aunque las palabras que había dicho le habían quemado en lo más profundo de su corazón, debía demostrarle a esa mujer que no era la muñeca de porcelana que ellos creían.

Liz sonrió mostrando su dentadura perfecta y con un coqueto movimiento de cadera se acercó a Elizabeth —No querida, no es eso de lo que quiero hablarte.

Elizabeth sintió un pequeño escalofrío por su espina dorsal, la manera en la que esa mujer la persuadiá era única, tenía una manía en controlar con tan solo mirarte.

—Entonces que sea rápido.

—¿Podemos ir a tomar algo? 

Elizabeth quería estallar en carcajadas, ¿Qué tenía el día que todo el mundo la invitaba a beber?, a pesar de su absorto pensamiento suspiró, se acercó a Estarossa con una sonrisa cálida y la mirada sin emociones.

—Disculpe mi repentina retirada, ¿Le gustaría si posponemos nuestro encuentro para otro día? —dijo, con un tono serio pero a la vez amigable. Estarossa metió sus manos en los bolsillos de su gabardina y con una sonrisa le contestó.

—Me parece perfecto bella dama. 

Elizabeth se inclinó levemente para despedirse de él.

—Muchas gracias, nos vemos pronto.

Estarossa imito la acción de la albina y antes de marchar alzó la mirada para encarar a aquella mujer peli-rosa.

—Buenas noches, señorita Danafor.

—Adiós Rossie.

Elizabeth se quedó confundida, ¿Se conocían?, no le tomo mucha importancia, volvió a reunirse con aquella peligrosa dama y en completo silencio comenzaron a caminar hasta un pequeño comercio de bebidas calientes.

[🥀]

—¡Ay, ay, ay! —cantó Ban, alzando una copa de cerveza en el aire. —Por la falta de tus labios lloré por primera vez y maldije conocerte por no dejar de quererteeee —cantaba el peli-plateado a todo pulmón mientras bailaba de un lado a otro como todo un borracho.

Casanova ¦ Melizabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora