A veces, en medio de la noche, los veo. Veo sus caras pudriéndose, sin vida ni expresión humana... Y entonces ya no tengo alternativa.
En los momentos en los que más he deseado estar muerto es cuando tiendo a alucinar con una camilla de metal a mi lado con un cadáver encima. O sino los veo debajo de mí, cómo si yo estuviera tratando de devolverlos a la tierra.En esos momentos es cuando tiendo a pensar que ver y tocar la muerte es lo único que me puede dar consuelo, y es cuando mi mirada se vuelve pesada y ensombrecida, porque al fin y al cabo todos vamos a morir.
A veces no tengo más opción que agarrarlos de las muñecas frías, rígidas y asquerosas al tacto para mí en medio de esta visión. Como si mis palmas desnudas genuinamente estuvieran tocando ese cuerpo sin gracia, siento el escalofríos de verlos a la cara y darme cuenta de que no hay nada ahí, y que algún día tampoco habrá nada en mí.
Aunque a veces encuentre consuelo en la idea de darle un digno cuidado al cascarón de lo que alguna vez fue una persona, me sigue aterrando la idea de verlos dentro de mi cabeza; sin parar... Nunca estoy a salvo en mi propia mente.
Y entonces los sigo empujado, como si ellos también estuvieran tratando de llevarme a la tierra. Entonces lucho; lucho contra los recuerdos de las veces en las que me hice daño, las veces en las que me veía a mi mismo cayendo al vacío y las veces en las que sin querer veo esas marcas en mis brazos y me doy cuenta de que ya cometí ese error otra vez.
Pero él solo me sigue "mirando", y siento que su imagen me consume y me traga. Yo me hundo también.
Ya no tengo salvación.Pero le pido que me salve... Que me salve otra vez como todas aquellas veces que también lo ha hecho. Y entonces ella viene a mí; tan linda e impecable como siempre, viene y me sonríe con esa malicia que nunca deja su rostro... Y me saca de mi propia pesadilla hacia algún lugar que no conozco y que solo pertenece a ella.
A pesar de que nos odiamos y de que somos el contrario absoluto del otro, ella siempre viene en mi ayuda. Me mira como si en realidad estuviera feliz de encontrarme, me besa como si en realidad me quisiera y me abraza como si en realidad nos amaramos.
Y aunque sea mentira, yo también la abrazo; porque cuando siento que ya no puedo más y cuando me doy cuenta de que mi soledad auto-infringida me está matando, ella siempre aparece y me salva.
Así que por favor, procura siempre venir a salvarme, Dama.-El Caballero
ESTÁS LEYENDO
Memorias Del Estigma
De TodoSolo un conjunto de anécdotas y pensamientos de un pequeño grupo de personas que no se atreven a contar a nadie. Ya sea que estén hablando en monólogos o conversando entre sí, narran la historia de sus vidas mientras los demás escuchan. Cada uno ti...