El otro día me puse a pensar en eso mientras miraba las estrellas. Era una noche iluminada a base de las pequeñas cosas que producían tus sueños; desde tan lejos, aún así te prestaban esa voluntad. La noche no era fría, al contrario, era abrazadora; hasta me hubiera acostado a dormir con las serpientes que pululaban cerca de ahí y la incertidumbre del sonido del mar. Hubiera sido absolutamente mágico; habría dejado que me drenaran la sangre sin quejas sólo para poder seguir viendo la inmensidad del tiempo que me aplastaba como si fuera un manto negro encima del mundo.
A estas alturas ya es como una maldición. Ahora cada vez que las veo, lo que veo es a un niño con los brazos extendidos mirando a un lugar muy lejos de ahí; tan lejos que solo él podría saber qué era lo que había en ese lugar. Y era inevitable, porque también terminé pensando en tu dolor, en tu infancia y en tus pesadillas. Recuerdo tu miedo, tu silencio perpetuo, el ardor en el pecho y tus puños golpeando con toda la fuerza de tu cuerpo. Ahora me provoca una gran contradicción en mi estómago; pensar que tú también fuiste pequeño, pensar que tienes que crecer, pensar que el cuerpo se transforma, pensar que tú te tuviste que quedar igual.
Recuerdo cada vez que salíamos de noche; esas noches sí eran frías, de las más frías que recuerdo, y a pesar de que en ellas estábamos rodeados de gente y casas y luces... fueron de las más solitarias de nuestras vidas... ¿No te parece... hermano de quién me gané el desprecio? Pero lo creas o no, precisamente porque era aislamiento puro, es que yo estaba ahí, aunque ni siquiera nos diéramos cuenta.
Aun puedo verte siendo pequeño, siendo indefenso, con dolor en todo tu cuerpo y el corazón. Para mí, incluso ahora, sigues de pie en el frío, con la cabeza hacia atrás y una mirada de anhelo muerta por dentro. Siempre te has visto así; un pájaro que está deseando salir volando a algún lugar muy lejano y muy alto, un pájaro a quien le cortaron las alas. Es como si te limitaras a ver a otras aves volar mientras corres detrás de ellas y jamás lograras alcanzarlas.
Pero también recuerdo tus fantasías. Querías extender los brazos y correr, querías que el viento te levantara por piedad y te sacara de ahí. Te imaginabas sonriendo por encima de las nubes; veías como estas se perdían hasta el horizonte y cómo las estrellas cada vez eran más consumidas por la oscuridad. Era como si estuvieras tratando de hundirte en un océano negro con cristales en el fondo, así que aunque supieras que jamás podrías llegar a ellos, estabas dispuesto a ahogarte por intentar tocar uno y pedirle que te dejara nacer otra vez. Tal vez en otro lugar, tal vez en otro tiempo, o en otro cuerpo; pero le pedías dejarte volver porque reconocías la belleza de este mundo, porque la veías al levantar la cabeza todas las noches.
Creo que eso es lo que más me entristece; saber que a pesar de todo tu sufrimiento, querías vivir. Querías vivir porque creías en el mundo, porque te admirabas con las cosas que no entendías, con las cosas que brillaban, con las cosas que se perdían entre todo lo abrumador de una ciudad llena de gente, y entre cada antena de edificio contra el atardecer que salías a ver.
"Es un mundo hermoso, ¿verdad?" Me lo decías, o tal vez solo hablabas para ti mismo. Es un mundo hermoso, porque tienes el valor de verlo, porque después de sentir tus golpes y tu dolor, te quedabas quieto viéndolo. Aprendiste a quererlo a tu manera taciturna, y ahora que escribo acerca de ti siento que me obligas a intentar verlo también.
Pienso en tus sueños. Estaba este que siempre te carcomía la mente; te despertabas flotando boca arriba en medio de la nada, solo se veía agua hasta lo más lejos que tu vista pudiera percibir. Sentías algo grande y oscuro por debajo de ti, cómo un monstruo acechando a alguien que ya no puede defenderse. Su presencia te parecía abrumadora, sin embargo muy pocas en tu vida habías sentido tanta paz... tanta aceptación... Me dijiste que era como flotar por encima de un pozo enorme y sin fondo, dónde sabes que te espera la perdición, pero estás tan lejos de todo que no hay nadie que te salve y no tendría sentido luchar hasta quedarte sin aliento. Así que solo estás esperando a hundirte tarde o temprano; da lo mismo, porque mientras puedas seguir viendo el cielo estrellado que te abraza desde arriba, puedes sonreír, aunque sepas que irás a parar al abismo.
Así que sonríes, aunque ya tu cuerpo no te responda y que por más que trates de mover tus labios, tu cara ya se haya convertido en una máscara congelada. Sonríes para tus adentros, porque hasta tu cuerpo te traiciona. Sonríes mientras flotas en el océano solitario, pero al menos este también refleja las estrellas del cielo, así que de cierta forma te estás hundiendo es tus sueños, ¿no?
Pero yo aún quiero verlo. Quiero verte correr como si fueras un niño, con los brazos abiertos, y que trates de alcanzarlas otra vez. Me gustaría creer que puedo verte sonreír y oírte reír otra vez.
Ahora mismo, estás afuera, ¿no?
Estás tendido en el suelo, viendo a las estrellas y pensando en aquella persona. Ah, te conozco lo suficiente.Sí, puedo verte desde aquí. Tienes tu brazo extendido hacia arriba como si trataras de acariciarlas. Has estado ahí durante horas, y sé que seguirás ahí para cuando el sol salga otra vez. Tú eras el niño que vivía en las estrellas. Y ahora, ¿qué es lo que eres, Max Demian?
-El Espejo.
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Memorias Del Estigma
De TodoSolo un conjunto de anécdotas y pensamientos de un pequeño grupo de personas que no se atreven a contar a nadie. Ya sea que estén hablando en monólogos o conversando entre sí, narran la historia de sus vidas mientras los demás escuchan. Cada uno ti...