La aceptación de mi soledad es una de las cosas más difíciles con las que he tenido que lidiar; ver cómo las personas vienen y van, pero ninguna se queda.
He empezado a pensar en aquellas personas que se molestaban cuando yo no los llamaba mis amigos, pero que luego se iban sin dedicar un segundo a verme realmente. Es triste y común el sentimiento de que la gente solo te busca cuando necesita algo de ti, en cuánto lo obtienen, tú vuelves a ser irrelevante e invisible en sus vidas. Hasta cierto punto puedo entender; todos necesitamos de todos en muchos momentos, pero cuando tus amigos solo están ahí por lo que les puedes dar es... Desgarrador. Por eso decidí aislarme en mi propio mundo, uno al que ni siquiera él puede llegar sin mi permiso.
Me enoja que aunque todos ellos hayan salido de mi vida, aun recibo sus mensajes y llamadas, que son únicamente para contarme sus problemas y pedirme que los solucione. En tales casos, cómo soy estúpida, les respondo con cortesía y alegría falsa, pero no tiene valor porque ni siquiera responden a la tan ansiada solución.
No me preocupan, no me importan sus vidas ni lo que estén haciendo, solo quiero que me dejen en paz. Ahora cada vez que soy cortante con ellos y los ignoro, solamente se enojan y me reclaman.
Me hace pensar en por qué las personas a mi alrededor tienden a ser así... ¿Soy yo la que atrae esas cosas? ¿Por qué tenían que ser ellos mis amigos?
Me siento como un juego. Sin valor, ni gracia ni algo que me haga especial. Siempre habrá alguien que es mejor que tú en todo, siempre habrá alguien más talentoso o más esforzado. Aunque sienta que hago todo lo que puedo, nunca es suficiente para ser alguien que valga la pena.
Aunque me llamen fuerte y valiente, mi daño solo es eso; daño. Ni siquiera eso me hace especial, solo significa que hasta las cosas más sencillas me toma días hacerlas y que hasta los aspectos más cotidianos de la vida me duelen de una forma que no todos entienden. Es solo daño y dolor sin razón. No hay moraleja, no hay un significado más allá, solo me estanca y arrastra a su antojo, de forma que no puedo hacer nada que valga la pena. No logro aspirar a convertirme el algo porque la maldita depresión me mantiene atada a mi cama, me hace sentir miserable, sola e incomprendida.
Me dedico a disociar en mi habitación durante horas, durante días, tan solo para tratar de escapar la realidad en mis recuerdos y mis venas. Desearía que sangrara porque así me recordaría el pavor de la incertidumbre y la ansiedad de mi carne fría; la descarga de energía impulsada por el miedo es lo que me mantiene corriendo a pesar de que mi cuerpo se siente tan pesado por cargar tantos años de crueldad y negligencia.
A veces me gustaría que Sombra apareciera y me destrozara las muñecas, pues ese sería un acto mucho más piadoso que obligarme a vivir con la promesa vacía de que todo va a mejorar-
¿Cuánto más debo esperar?
-aún cuando he pasado todos los años de mi vida luchando y sintiéndome miserable.
Yo ya no creo en los milagros ni las esperanzas, no creo en los dioses ni mucho menos en mí misma. Quiero estar encerrada para siempre en mi palacio de agujas y no volver a salir nunca más. Quiero descargar toda la enfermedad que me envenena la garganta sin temor a ser vista, y quiero odiar a quiénes me desprecian y a todos los que me miran con indiferencia.
Yo desearía ser como Sombra, tan solo para tener el valor de escupir a la gente que se lo merece, y pisotear a los que me lastiman sin arrepentimientos.
-V. T.
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Memorias Del Estigma
RastgeleSolo un conjunto de anécdotas y pensamientos de un pequeño grupo de personas que no se atreven a contar a nadie. Ya sea que estén hablando en monólogos o conversando entre sí, narran la historia de sus vidas mientras los demás escuchan. Cada uno ti...