Tercer Sacrificio

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Los hilos de luz dorada resplandecían luchando por entrar entre las enormes copas de los árboles. El dosel de las plantas cubría todo el lugar impidiéndoles el paso a los rayos de sol y, aun así, algunos destellos lograban penetrar victoriosos.

El silencio sepulcral atestaba todos los rincones y sólo los ecos temerosos de pasos veloces inundaba los alrededores. Las aves que, anteriomermente cantaban alegres, ahora escapaban en busca de refugio, los conejos aterrorizados corrían a su madriguera huyendo del depredador, venados, zorrillos y ratones salían despavoridos ante la inquietante presencia del carnívoro que irradiaba hambre y deseos de sangre.

Daring y Cerise eran unos de esos eslabones que rehuían aterrados, alejándose lo más posible de la casa de la abuelita que para esos momentos ya estaba muerta y siendo digerida por el estomago del lobo feroz.

"Esto no es normal" pensó Daring, regresando su mirada hacia la de Cerise que corría detrás suyo sin detenerse o atreverse a mirar atrás.

- Se suponía que no podía salir de su papel – susurró sorprendido, pues la chica había despertado de su pesadilla una vez cruzó el umbral de la puerta, siendo consciente de lo que sucedía y poder ser libre para moverse, no dudo ni un segundo en seguir la huida de Daring quien había llegado a tiempo para sacarla de allí.

Cerise estaba segura de que, sin él, ella no habría podido ser capaz de huir, sí, sus sentidos habían regresado a ella, pero el shock de lo que estaba sucediendo no le hubieran permitido mover un solo pie del lugar.

Se estremeció al recordar a su hermana que la miraba con una sed y hambre voraz. Aquello que se veía tan falso y que sus padres dejaron pasar como una nimiedad ahora se había vuelto una verdadera pesadilla.

Un aullido ensordecedor retumbo por todo el bosque y a Cerise y a Daring se les erizaron los bellos de la nuca.

Ramona los estaba alcanzando.

- Pue... puedo pelear contra ella – Sugirió Daring jadeante, esperando la aprobación de Caperucita roja.

- No, no puedes – Rugió Cerise asustada, ella sabia que el chico podría pelear con Ramona Badwolf, pero eso significaría que la lastimaría... y a pesar de todo, no quería que nadie lastimara a su hermana.

- ¿Por qué no? Puedo hacerle frente. Soy más fuerte que ella, ganaría la pelea.

Poco a poco se iban adentrando a lo más profundo del bosque, la oscuridad de por sí ya presente, se atenuaba aún más, y los rayos de sol que cubrían fácilmente varios rincones del bosque desaparecían casi por completo.

Las raíces de los árboles comenzaban a despegarse del suelo, alzándose gloriosas por encima del sustrato, creando huecos y grietas donde varias presas caían inconscientes ante aquella trampa.

- No puedes hacerlo, no... no te lo permito – Gruñó Cerise, apretando más fuertemente el agarre entre sus manos, ambas palmas transpiraban mezclando el sudor, pero a ellos no les importó, pues era mas importante huir que preocuparse por sus fluidos corporales. De todas maneras, Cerise se sentía incomoda, pues en su mente martilleaba el nombre de Rosabella Beauty con letras mayúsculas.

Ambos estaban tan enfroscados en la pelea que no notaron los signos del cambio en las plantas y árboles que les rodeaban, y fue inevitable que una raíz no intercediera en su destino.

Daring Charming había tropezado, cayó de bruces sobre varias raíces que formaban un laberinto y a sus espaldas una raíz mas grande y ancha se alzaba ante su presa.

Cerise había corrido con la misma suerte, pues el Charming había tirado de ella inconscientemente.

Otro aullido penetro entre las ramas de los árboles, sonaba más lejano que el anterior y más distorsionado, eso les permitió suponer que estarían a salvo por unos momentos y que el lobo les había perdido el rastro.

Érase una vez... NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora