Confianza

568 46 9
                                    

La amistad entre Peter y Tinker Bell había surgido después de una vez, en que el duendecillo había encontrado por casualidad la aldea de las hadas. Todas estaban completamente atemorizadas, nunca nadie había descubierto su refugio y era realmente peligroso, aun mas cuando no conocían a aquel niño que las miraba curioso.

Las hadas decidieron ocultarse, pero Peter lleno de intriga empezó a tocar y romper accidentalmente las pequeñas casitas de las hadas queriendo ver lo que ahí había dentro. Las hadas guardianas de la aldea empezaron a atacar a Peter con todo lo que tenían, pero les era casi imposible, pues al ser tan diminutas poco podían hacer en contra de aquel gigante.

Peter camino, rompió y destrozo todo a su camino, las chozas de las hadas quedaron inservibles, las carretas rotas y todo el arduo trabajo de las hadas quedo destruido.

Campanita que había volado lejos intentando escapar junto a las demás se encontró completamente sola y perdida en medio del bosque. Cansada, se recargo en una enorme hoja de un matorral, al parecer se había separado de sus amigos y no tenia idea de adonde ir, y era mucho peor la idea de saber que ya no había lugar a donde regresar.

Y, como si el cielo sintiera el horrible dolor y perdida de las hadas, cientos de gotas empezaron a caer sobre Nunca Jamás, el silencio y la oscuridad impregnó cada rincón de aquel bosque y los leves tintineos que alcanzaban a escucharse cada noche desaparecieron. Campanita empezó a frotarse repetidamente sus brazos y un halo de vapor escapa de entre sus labios, señalando las bajas temperaturas en que se encontraba. Pero de un momento a otro ya no sintió el frío, ni la lluvia y en cambio una ola de bienestar y calor la rodeó completamente, cuando Tinker noto esto, poso su mirada en la de un chico que la miraba... asustado. Peter, había encontrado a aquella hada y preocupado se acercó a ayudarla. Lentamente con un pequeño pañuelo que traía consigo arropo a la pequeña hada y con su mano la cubrió para que no se mojara más.

Por una milésima de segundo Tinker Bell sintió terror al ver a aquel muchachillo que destruyó su aldea, pero al notar en sus ojos la soledad y el miedo que lo acechaba todo sentimiento negativo escapo de su interior y en lugar de eso miro curioso al niño que la estaba protegiendo.

- ¿Te... te encuentras bien? – pregunto Peter, mirando preocupado al hada. Y ella solo asintió lentamente ante aquello.

A la mañana siguiente, el sol salía de entre las nubes, y resplandecientes rayos iluminaban todos los rincones de aquel bosque. El rocío caía de las hojas de los arboles y Peter y Campanita habían aprendido a conocerse, el niño apenas y entendía las palabras de la chica, pues no podía escuchar mas que suaves tintineos proveniente de ella, pero aun así había comprendido muchas de las palabras de la chica. Fue así como Peter entendió lo que había hecho, y arrepentido le juro a Campanita que arreglaría la aldea de las hadas para que pudieran regresar. Igual el hada, supo por qué Peter se encontraba ahí y porque estaba asustado. Era su primera vez en Nunca Jamás. Al parecer, sus padres lo habían dejado olvidado y jamás volvieron a buscarlo, y termino perdido, exiliado de su mundo llego un día al país de Nunca Jamás y nunca más regreso.

Campanita volaba a toda velocidad entre los árboles, esquivando las ramas llenas de hojas. Tenía que ser rápida y encontrar a su objetivo lo más pronto posible, nadie se le podía adelantar. Tenía que llevar a Apple White con el capitán Garfio y así conseguiría la poción de amor que el pirata le había prometido. Finalmente, finalmente Peter Pan sería suyo.

_____________________________________

Habían pasado ya varias horas desde que habían llegado a ese lugar tan extraño, Darling estaba completamente animada ante la aventura que se le presentaba delante de ella, emocionada exploraba cualquier lugar que encontraba y no tenía ningún problema en proteger a sus amigas que se encontraban cerca de ella. Por su parte, Ashlynn miraba a su alrededor curiosa, no tenía miedo, pero mentiría si dijera que no estaba preocupada, desde hacía horas que tenía un terrible dolor de cabeza que no la dejaba tranquila y en ocasiones la vista se le nublaba, impidiéndole tener un ritmo constante y ocasionando que sus amigas disminuyeran gradualmente su marcha.

Érase una vez... NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora