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Hay veces que con sólo pasar, la gente puede cortar el aire. Cuando sus botas hacían resonar sus pesados pasos en aquel pasillo, dejaban de prestar atención a sus libretas y volteaban a verlo. Algunos murmuraban cosas entre sí, otros los miraban con respeto y, algunos, inseguros. Yang era un apellido que cortaba el aire.

Y ver a un Yang pisando un teatro tan importante como el de Seul, de seguro debería ser una carga. Eso pensaba –sin cuestionarlo–. Hongseok era un nombre pesado.

—¡Buenas noches a todos!— saludó Hongseok, con esos aires de altanero, moviendo sus manos en el aire como una celebridad. Algunos saludaron, otros siguieron en lo suyo.

Y tampoco le importó si le saludaron o no. Hongseok tenía otras ambiciones. 

Debía tener el estelar de esta obra. 

Inspeccionó un poco la fila de jovencitos leyendo sus líneas de la audición; todos tan adorables. Se los devoraría en un segundo en cuanto le toque audicionar. Hongseok tenía esta batalla por ganada, porque él no perdía. 

Y debía ser el estelar porque esta era de las obras más aclamadas por la alta sociedad coreana de Seul. Finalmente era su momento de brillar. 

¿Quién no brillaría en una obra escrita por el novelista de oro Lee Hwitaek? Un escritor con mente de pluma, ágil para el lápiz y papel que te sumergían en historias que jugaban con tu mente, tus sentimientos, tu ser. Lee era uno de los artistas literarios más aclamados del momento. Y esta era su primer novela en llegar al escenario del gran teatro de Seul. 

Hongseok leyó un poco sus líneas mientras esperaba su turno. Las analizó, las leyó otra vez; quiso desentrañar las palabras de Lee para saber qué sentir, qué hacer. Debía sentirlo, era lo suyo sentirlo. Sólo debía cerrar los ojos.

—¿Yang? ¿Yang Hongseok?

E inmediatamente los abrió. 

Frente suyo, estaba otra de las razones por la que esta obra debía estar en sus manos. Cabellos rubios, ojos marrones y expectantes, con una sonrisa jubilosa. Sí, era él.

—Tú eres Yang Hongseok, ¿verdad?— habló de nuevo.

—Sí, soy yo— respondió, extendiendo su mano al chico que enérgicamente se la estrechó. —Tú debes ser Yeo Changgu.

Asintió.

—Tu padre me dijo que estarías aquí— alegre, esa la primera impresión que tenía Hongseok de Changgu. —Es un honor tener a la tercera generación de los Yang audicionando en esta obra. Sería genial que estuvieses en el elenco con nosotros. 

dadá | hongki.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora