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—Sí, buenas tardes, quería comprar un pasaje a Estados Unidos— esperó unos segundos antes de seguir hablando, oyendo a la voz del otro lado del teléfono

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—Sí, buenas tardes, quería comprar un pasaje a Estados Unidos— esperó unos segundos antes de seguir hablando, oyendo a la voz del otro lado del teléfono. —Sí, aquí tengo mi tarjeta. ¿Le dicto los números?

Pasaron dos semanas y Hongseok no supo nada del teatro ni la obra desde entonces. La última vez que se había acercado a ese lugar fue cuando renunció al papel. Había cortado toda relación con la obra y otra vez estaba dejando correr el tiempo.

En ese tiempo se dedicó a observar los días pasar. Se preparaba un café, se sentaba en el balcón de su casa y dejaba que el silencio y el viento fresco lo entretengan, como un gran show en la tarde. Si se aburría, leía el diario; si no, se preparaba otro café.

No tenía emoción en su vida. Apenas unas risas por alguna tontería nueva que pasaba en la calle o algún recuerdo, también nostalgia y aún presente ese sentimiento en el pecho que, cuando le prestaba atención, dolía.

Así estaba empezando la nueva vida de Hongseok; aburrida, fría y perezosa. No era lo que quería.

—Oh, entiendo— Hongseok dejaba hablar a la otra voz en su teléfono, enrulando el cable en su dedo. —Entonces mañana a las siete de la tarde en Incheon.

Después de dejar el teatro, su rumbo no estaba marcado. ¿Qué podía hacer él? Alguien que había vivido con una vida preterminada, con una meta prescrita y todo regalado. Muchos de esos pensamientos cruzaban su mente.

Ahora que estaba ahí ¿y qué? ¿Debería arrepentirse, rendirse...? Estaba en un nuevo capítulo de su vida y se sentía estancado. El siguiente paso tenía que ser calculado.

Ahí fue cuando se preguntó si era hora de dejarlo todo atrás, volver a empezar, buscar su propio rumbo. Siempre hay una nueva oportunidad esperando en la puerta de entrada.

Entonces, dolió otra vez.

—Muchas gracias, que tenga un buen día— y colgó.

Echó un largo suspiro, dejándose caer y sentarse en el frío piso de su cocina. Miró su tarjeta de crédito, su maleta recién sacada del armario y toda su casa. Realmente estaba dispuesto a dejarlo todo.

Cierto sentimiento recorrió su corazón, sacándole una triste mueca de la cara. Su país ya no tenía nada que ofrecerle y, quizás, empezar en un nuevo panorama le ayudaría a avanzar. Sólo necesitaba abandonar su pasado para seguir adelante.

Entonces, ese frío en el alma, como cuando estaba en el teatro.

¿Estaba haciendo lo correcto?

¿Esto es lo que Hongseok sentía?

Desde el balcón podía ver la tarde casi terminar de caerse en la gran ciudad. Un viento entró por ahí, trayendo consigo un viajero olor a café que inundó sus fosas nasales. El aroma desencadenó una serie de procesos que le generó un sentimiento: nostalgia.

dadá | hongki.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora