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Hongseok volvía a salir corriendo en su última oportunidad

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Hongseok volvía a salir corriendo en su última oportunidad. No debía hacerlo, pero quería. Estaba corriendo tras Hyunggu, quien se había retirado del teatro con el sabor de la derrota.

Pasó el pasillo con velocidad y salió afuera, en aquella noche ventosa de casi otoño. Miró para el lado que siempre se iba, y no lo encontró. Miró al otro, tampoco.

Lo perdió de vista, siendo mareado por algunos peatones que pasaban y los autos haciendo ruido. Miró a su alrededor, esperando poder encontrarlo. De a poco, se fue dando cuenta que Hyunggu se había ido para siempre de su vida.

Era demasiado tarde.

Hongseok lo había perdido para siempre y ni siquiera lo había despedido.

Su corazón punzó; la angustia y desesperación habían tomado control. Necesitaba correr, a donde sea. Tenía que salir a buscarlo, antes que se vaya para siempre.

—Hey, Hongseok— una voz detrás suyo lo detuvo. Recuperó la consciencia. —¿Adónde vas?

—Señor Lee— hizo una muy pequeña reverencia. —No, yo... iba a... tomar aire.

—Tus compañeros te están esperando dentro— Hwitaek indicó recostado en el marco de la entrada de actores del teatro, ignorando la estúpida excusa de Hongseok. —¿Por qué no vas?

Sin poder decirle que no a la suave sonrisa de Hwitaek, Hongseok miró una vez más a la dirección donde Hyunggu se supone se había ido y se rindió, echando un suspiro. Recordó que lo iba a dejar ir. Eso es lo que debía hacer. Entonces, entró.

Las luces del salón principal estaban apagadas. Silencio total. De repente, ah, unos aplausos hicieron ruido en el ambiente, alegrándolo completamente y unas velas se prendieron un poco más adelante suyo, dejando ver al director de la obra que sostenía una torta.

Como Hwitaek había dicho, ahí estaban, todos sus compañeros y gente de la obra que aplaudían con alegría mientras lo rodeaban y le palmeaban el hombro.

—¿Y esto?— dijo Hongseok sorprendido, pero no muy alegre como esperaban.

—Ah, un pequeño detalle— explicó Minnie, agarrándolo del hombro y apretándolo. —Nuestras felicitaciones para ti.

—Después de un arduo trabajo, has logrado llegar hasta aquí ¡y eso amerita celebrarse!— otra de sus compañeras le palmeó el hombro.

—¡Felicidades!— exclamaron unos varios.

Entre golpecitos de sus compañeros, empujones y tirones de cabello, Hongseok estaba siendo felicitado y bienvenido al elenco oficialmente como la estrella de la obra. Aún así, no podía dejarse contagiar por el ambiente alegre que le rodeaba.

Su pecho aún dolía y, entre esas personas felices, faltaba su sonrisa.

—Vamos, Hong, pide un deseo— indicó Jinho que sostenía la torta con velas que poco a poco se consumían. Todos acotaron a la idea del director y empezaron a decir que lo pida, que cierre los ojos y que no lo diga.

dadá | hongki.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora