Semana de aniversario

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Con la restricción impuesta a las infractoras de la primera ley de los alados, hubieron algunos cambios en la forma en la que eran supervisadas.

Jung fue provista de un sensor de distancia y altura, conectado directamente a las plataformas de despegue de todos los conglomerados de ángeles existentes, a lo menos en los siguientes quinientos kilómetros a la redonda. De este modo, si se encontraba a una distancia menor de doscientos metros de las áreas programadas, la placa en su nuca enviaría una corriente eléctrica por todo su sistema hasta hacerla perder el conocimiento.

Sin embargo, el método era casi experimental y eso mantuvo a Jung temblando por varias semanas.

El primer día que se presentó a trabajar, sudó todo el camino, con las manos apretadas bajo la túnica, intentando percibir cualquier desequilibrio en su sistema para pedir ayuda. Estaba completamente segura de que colapsaría por accidente y se metería en problemas sin ser realmente culpable.

Ahora bien, todos sus compañeros de labores estaban enterados de este dispositivo y amablemente, más bien motivados por las sanciones que podía implementar su jefa si no cumplían sus órdenes, reacomodaron las zonas administrativas para darle a la castaña la oficina más alejada del área de despegue.

Eso fue como un regalo para Yerin y estuvo agradeciendo a su colegas por una semana completa; era como si le hubiesen perdonado la vida, al menos desde su punto de vista.

Fuera de eso, su mayor preocupación fue la presencia de un alado mucho más alto que el promedio en las inmediaciones de su hogar, quien hacía alarde de su capa de Guardián de Custodia sin quitarle los ojos de encima a su alma gemela.

Su nombre en clave, que era el único tipo de información que les permitían obtener del sujeto, era Lygte. Tenía unas alas bastante artificiosas y parecía capaz de percibir si las pulsaciones del objetivo variaban o si su respiración era sospechosa. Incluso podía detectar si estaba usando encantamientos silenciosos.

Después de todo, el título de Guardián de Custodia no era entregado a alados con habilidad comunes.

Sus anomalías eran aceptables para la familia durante el día y ninguno le daba real importancia al asunto. No obstante, lo que ponía a la mayor con los nervios de punta era la vigilancia nocturna.

Lygte se quedaba de pie toda la noche, monitoreando los ciclos vitales de Eunbi casi sin parpadear y muchas veces parecía que trabajaba como cámara de cine.

Se acostumbró a dormir abrazada a su pequeño, ocultándolo de la mirada inquisidora del Guardián, pero le era imposible desconectarse por completo cuando sabía que a sus espaldas su novia era escaneada con unas intenciones que no tenía tan claras, al menos hasta ese momento.

Con el pasar de los días, esa preocupación fue tornándose más holgada cuando Eunbi empezó a hacer visitas a las oficinas de comunicaciones para hacer uso de artefactos humanos, tales como réplicas funcionales de comunicación telefónica.

El objetivo era reportarse con los sujetos que eran parte del estudio, con el fin de evitar que su actuación fuese puesta en riesgo. Y, durante ese tiempo, el extraño personaje que tomaba nota de sus ciclos respiratorios debía esperar fuera del edificio.

Era un alivio tener algunas horas de privacidad dentro de su condena.

Sin embargo, a medida que el mes transcurría con una lentitud insoportable, el centinela se transformó en parte de su rutina diaria y, a excepción de los momentos en los que su pequeño dormía o jugaba bajo su mirada oscurecida por el conocimiento, ya no les producía tanta incomodidad.

Podían hacer cualquier bufonada en su cara y Lygte no hacía la menor expresión de descontento. Al principio no tenían forma de saberlo, pero la única manera de que él hombre interviniera en su cotidianidad era en casos de extrema urgencia: si el objetivo rompía las reglas o si la integridad de su alma corría peligro.

Memoria [AU SinRin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora