Los rayos del sol apenas aparecían y las nubes estaban teñidas de un suave rosado pastel cuando Eunbi se levantó para mirar el pequeño pueblo que se abría bajo su zona de guardia. Sus alas se agitaban energéticamente sobre la espalda, generando una brisa fresca que no pasaba desapercibida para quienes transitaban tras ella. Todos la saludaban risueños, pero ella estaba muy distraída como para darse cuenta de que todos se detenían a mirarla.
Los primeros humanos comenzaron a salir de sus casas, vistiendo ropa muy abultada debido a la llegada del invierno. La muchacha había aprendido que cada cierto tiempo, las personas cambiaban el vestuario que usaban en una especie de patrón que se relacionaba con el clima. Si soplaba el viento norte, usaban más capas de ropa. Si llovía ponían coloridos discos sobre sus cabezas para protegerse del agua. Parecía que eran vulnerables a las condiciones del entorno y esa fragilidad le parecía muy curiosa.
Los humanos eran absolutamente fascinantes.
Poco a poco empezó a reconocer las pequeñas cabezas de los niños de la casa azul que tenía un manzano en el jardín. Estaban tan abrigados que se veían como pequeñas bolitas de algodón. Una mujer de cabello rojizo y suelto les decía algunas cosas mientras les entregaba unas diminutas cajas de colores y les daba muchos besos en la cara.
—Amor humano— susurró soñadoramente mientras se acostaba contra la nube con las rodillas flexionadas, agitando los pies en el aire.
Estaba tan concentrada en mirar esa tierna escena que no se percató de que alguien estaba a su lado hasta que sintió un contacto húmedo y cálido contra la mejilla.
Cuando se volteó, unos profundos y gentiles ojos marrones la recibieron entrecerrados, dejando claro que la sonrisa que se formaba en su rostro era absolutamente sincera. Tenía el cabello trenzado hacia un lado y sus alas estaban encogidas, en una expresión los suficientemente tímida como para derretir el corazón de la chica.
—Yerin, mi sol— se levantó de golpe y rodeó su cuello con los brazos, dejando varios besos entre la mejilla izquierda y la mandíbula, dejando el último sobre la comisura derecha de su boca por un poco más de tiempo que los anteriores.
Cuando se separó, el rostro de su compañera estaba tan rojo que podía ver un resplandor anaranjado por la piel traslúcida. Su boca estaba torcida entre una sonrisa avergonzada y un mueca de reproche, mirando en todas direcciones para asegurarse de que nadie las había visto, aunque había extendido sus alas para cubrir su pequeña muestra de afecto.
—Yerin— la llamó juguetona, inclinando la cabeza y dejando su cabello suelto caer en toda su longitud—, ¿acaso estás avergonzada? ¡Pero tú fuiste quien me besó primero!
Estaba vez la muchacha estuvo a punto de salir eyectada de su posición cuando se arrojó sobre Eunbi, cubriendo su boca con la mano. Sus ojos estaban desorbitados.
—Ya lo sé— masticó suavemente, demasiado abochornada para dejar las palabras salir del todo—. Pero sabes que no me gusta que hagamos eso frente a otros ángeles.
Eunbi estaba conteniendo las ganas de reír, asintiendo con la mejor expresión seria que pudo aparentar. Finalmente, esperó a que la otra chica quitara su mano y se sentara correctamente antes de enderezarse.
Lo cierto es que estaban solas en ese momento, pero Yerin se sentía muy poco habituada al contacto físico tan prolongado. En realidad, solía abrazar a Eunbi por horas, especialmente durante la noche, pero la llegada de los besos a su relación aún le ponía los pelos de punta, a pesar de que habían pasado meses desde el primero.
Eunbi había visto a varias parejas de humanos sostener contacto labial antes, pero no se sintió realmente interesada hasta que escuchó a otros compañeros comentarlo. Según ellos, un "beso" era una expresión de amor muy profunda en la que dos personas que se habían elegido para compartir la vida expresaban su amor.
"Cómo el amor que siento por Yerin". Ese era el único pensamiento que había llegado a su cabeza cuando comprendió el significado de ese acto.
Desde entonces un deseo muy intenso de experimentar eso con ella le había llenado toda la cabeza y, a pesar de que disfrutaba mucho de los cálidos abrazos que compartían cuando el cielo se oscurecía, a veces sentía que mil agujas se clavaban en su boca cuando veía los labios entreabiertos de su pareja mientras dormía.
Entonces comenzó a buscarla con la vista cada instante del día y cada vez que charlaban sus ojos se anclaban a la forma de su boca, al movimiento de ella, a la quietud de su respiración.
Por supuesto que la muchacha notó ese cambio de actitud en Eunbi, pero no quiso preguntarle directamente lo que pasaba. Ellas tenían la suficiente confianza como para contarse las cosas importantes. Cuando ella sintiera que era necesario, simplemente lo expresaría.
Y aquello tardó aproximadamente dos meses suceder.
Estaban acostadas sobre una mullida nube blanca que aún conservaba algo del calor del atardecer cuando Yerin sintió que su acompañante escondía el rostro contra su cuello, respirando pesadamente, con la boca tan cerca de su piel que no se atrevió a moverse por temor a forzar en roce.
—Yerin— el susurro había salido tan aletargado y anhelante que su piel se había puesto de gallina. Sus brazos estrecharon el abrazo en un reflejo que no comprendió y que no sabía como detener.
De pronto, Eunbi había deshecho todo tipo de distancia entre las dos y había marcado suavemente la forma de su boca en el lugar en donde la barbilla y el cuello se hacían una sola estructura. La muchacha estaba paralizada, sintiendo arder el lugar de la caricia, tan atontada que no logró ver a la muchacha sobre ella hasta que su cabello gris le había tocado la cara y un nuevo beso se estrellaba en su rostro, esta vez sobre la boca.
Esta vez Yerin sintió que se derretía y un tirón en su estómago le decía que, aunque sus cuerpos estaban absolutamente pegados, debía acercarse aún más a su compañera. Sin embargo, sintió que ese era un deseo egoísta y no movió un solo dedo.
De hecho, ninguna de las dos se movió. Simplemente mantuvieron sus labios unidos en un prolongado sello, hasta que Eunbi se sintió demasiado avergonzada como para continuar.
Después de aquello, ninguna dijo nada.
Reaunaron su abrazo y miraron el cielo, con una sonrisa tan grande que apenas cabía en sus rostros.
A veces el amor no requiere de palabras para expresarse.
Y, aunque era muy vergonzoso para Yerin aún siquiera recordar lo completa que se había sentido en ese momento, en el fondo se sentía muy feliz.
—Te amo, Eunbi— recitó con un tono de ensueño, con el rostro aún tan encendido que creyó que también era posible saber la frecuencia acelerada de su corazón mientras recordaba su primer beso.
La muchacha la miró impactada, intentando que la sonrisa no desbordara su rostro cuando la palabras terminaron de tener sentido en su cabeza.
—Y yo a ti, Yerin. Te amo tanto.
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Memoria [AU SinRin]
Fanfiction[Universo alternativo de Gfriend basado en Memoria] Cuando dos personas están destinadas, sus almas deben encontrarse. Si esto no ocurre en vida, las almas se buscan en la eternidad de la muerte y viven su infinito juntas, como ángeles. Este lazo es...