Día libre

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—Hwang Eunbi.

En cuanto la voz de la secretaria general del departamento de registros rompió en el largo y accidentado pasillo central del edificio C, la peligris saltó de su asiento y agitó su mano en el aire para hacerse notar entre el tumulto de gente que esperaba por su turno.

Era el día de reportes universales y, por consiguiente, todos los alados del área de investigación estaban exentos de obligaciones en terreno; muchas veces la declaración de funciones tardaba toda la jornada por lo extenso del área.

Por fortuna, la primera vez de Eunbi tuvo lugar muy temprano, en el turno 37, y no podía estar más nerviosa con la idea de pedir su primer sello.

Cuando finalmente supo que había hecho contacto visual con la mujer, comenzó a abrirse paso entre los cientos de cuerpo que esperaban de pie, sin bajar su mano para que no se le ocurriera dar su lugar a otro.

No estaba dispuesta a esperar otras 16 horas para una simple revisión de tarjeta.

Cuando por fin estuvo frente a la ejecutiva, siguió su andar aletargado a paso firme, sosteniendo su cámara contra el pecho como si fuera un precioso tesoro. Había tomado muchas más fotos que las que se pedían como mínimo y estaba muy orgullosa de ello, pero también significaba que, después de ese día, probablemente le harían un seguimiento especial, un rastreo si se entra en el concepto preciso.

Tenían que asegurarse de que esas imágenes fuesen tomadas exclusivamente por ella durante las horas permitidas y con su propia cámara.

Se había sabido de casos de manipulación de los archivos que resultaron muy graves, así que cualquier irregularidad era estudiada con minucia.

Cuando llegaron a la última torsión del corredor, la mujer se detuvo frente a una puerta de color azulado y golpeó tres veces con bastante fuerza. Del otro lados se escuchó un suave traqueteo y, en cuanto sonó una especie de timbre muy agudo, la secretaria regresó por el pasillo con un suave contoneo de caderas.

—Pase —la voz de un hombre joven la llamó desde el interior del cuarto.

Eunbi acomodó su cabello hacia atrás y apretó el manillar de la puerta con intensidad antes de atreverse a deslizar la hoja de madera, demasiado ansiosa por terminar con su obligación.

Del otro lado había un muchacho que aparentaba estar en sus 20 con un traje negro impecable, sin más pliegues que los provenientes de la fabricación. Tenía el cabello castaño engominado, tendido hacia atrás como una colina simétrica. Sus ojos tenían un suave delineado negro que resaltaba su iris azulada y su sonrisa torcida dejaba ver una perfecta y blanca dentadura.

—Buenos días —le dijo Eunbi con una inclinación de cabeza, intentando sonar lo más tranquila posible.

—Buenos días —apenas se tomó unos segundos para mirarla y empezó a escribir un par de cosas en su monitor—. Veo que apenas estás en el primer tercio de tu investigación inicial. ¿Podrías indicarme tu grupo de estudio?

Hwang tomó asiento frente al escritorio y dejó su cámara en la caja amarilla que estaba a un costado.

El joven la tomó de inmediato.

—Juveniles sin lazos de parentesco.

El escriba asintió lentamente con la cabeza y buscó dentro del bolsillo delantero de su camisa una pequeña varilla de metal, insertando su extremo hexagonal dentro de la diminuta ranura de la cámara, justo al costado de la cubierta para la tarjeta de memoria. En cuanto giró la llave a la izquierda tres veces y media, la tapa fue levantada por las dos pinzas internas hasta dejar ver las veinte laminillas de memoria que venían con ella.

Memoria [AU SinRin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora