Alas

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—¡Me duele!

Abdiel estaba recostado de lado sobre la mullida superficie de nubes, tratando de no moverse y tirar de las alas que, contra todo pronóstico, estaban sufriendo el creciendo definitivo mucho antes de lo usual. El dolor que se expandía por su espalda era superior a cualquiera que hubiese sentido en su corta vida humana, aunque últimamente ya no era capaz de recordar muchas cosas.

Aquello también era síntoma de una madurez precoz.

Eunbi había sido la primera es despertarse por los quejidos de su protegido y había volado a todo lo que daban sus alas para conseguir un tópico calmante. Sin embargo, lo que más le mantenía los nervios de punta era el sangrado intermitente que nacía de la raíz de sus alas y que parecía no detenerse con ninguna medicina.

Esta era la segunda vez que le cambiaba el vendaje durante la mañana y aparentemente la hemorragia comenzaba a amainar.

Eunbi soltó un suspiro de alivio.

—Yo sé, cielo —le contestó la chica con una voz dulce y melancólica, acariciando sus cabellos para tratar de apagar su angustia—. Va a doler por un tiempo.

El niño sollozó por un momento ante la confirmación de lo que ya sabía.

—Pero las alas salieron hace mucho —su voz sonaba estridente, entre los quejidos de dolor y enojo—. No quiero que duela.

Cuando la raíz había salido hace casi seis meses, Abdiel había sufrido dolores tan intensos que no podía tolerarlos de manera consciente y Yerin había tenido que ponerlo a dormir con un encantamiento sanador mientras duraba el proceso. Eunbi pidió varios días libres para cuidar de sus heridas y, en efecto, fue un proceso mucho más angustiarse para la pareja que para el propio infante.

Abdiel no tenía recuerdos del dolor inicial y por ello le era imposible saber que ese picor que sentía estaba siendo bastante benévolo con él.

Al menos era soportable.

Ahora bien, la peligris tenía propuesto que su niño no sufriera en lo más mínimo. Después de todo, era demasiado pequeño para tener que vivir ese horrible proceso.

—¿Quieres que te consiga hierbas para eso? —se inclinó un poco más cerca del niño, intentando leer la expresión facial que estaba medio enterrada en las nubes.

—No. Me hacen oler raro.

La muchacha sonrió ante su tono derrotado, captando que el tratamiento local estaba comenzado a surtir efecto.

—Bueno, entonces ve a descansar —Eunbi se puso de pie, estirando sus alas para sacudir el estrés que la posición le había causado y no pudo evitar soltar un pequeño quejido. Sus alas estaban doliendo bastante últimamente—. Tengo que salir por un rato.

Abdiel hizo amago de darse la vuelta para encarar a su cuidadora, pero en cuanto una de las esquinas de su ala derecha casi desplumada se dobló con el roce, regresó a la antigua postura refunfuñando y simplemente giró la cabeza de medio lado.

—¿Otra vez?

—Tengo un permiso especial para cuidarte, pero eso no significa que debo dejar de trabajar.

—Trabajas mucho.

Por el brillo que divisó en la mirada del infante adivinó que esa fue una discusión recurrente con su madre mientras su corazón aún latía.

Sintió un pequeño resabio de desasosiego.

—Hago lo que puedo, Abdiel.

Cuando el niño no volvió a contestar, caminó hasta el sitio en donde había dejado la carpeta de datos que debía llevar a la oficina central y regresó al lugar en donde reposaba el angelito.

Memoria [AU SinRin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora