Plataforma oeste

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Después de lograr comunicarse en sueños de manera efectiva, ambas desarrollaron una suerte de sinergia del pensamiento en el que las palabras casi no eran necesarias. Eran capaces de predecir los pensamientos de la otra incluso si estaban alejadas y, al encontrarse después de un rato, comentaban el asunto como si ya lo hubieran hablado muchas veces antes.

Yerin incluso comenzó a identificar cuando Eunbi se sentía insegura o triste y se aseguraba de no dejarla sola cuando eso ocurría. Se hacía tiempo para caminar con ella al trabajo y habían adquirido la costumbre de ir juntas a dejar a Abdiel a sus lecciones de vuelo. No tardó en darse cuenta de que eso mejoraba considerablemente el humor de su compañera y que, aunque ella no le decía nada al respecto, había dejado de tener pesadillas.

La castaña tenía muchos deseos de estar con Eunbi algo más de tiempo para cuidarla, mas había vuelto de manera activa a sus tareas como Guardián, haciendo labores administrativas, pero de todas formas debía acudir a las dependencias habilitadas.

Además sabía que era saludable que ambas tuvieran su independencia.

Esa mañana iban de camino a sus tareas habituales por la sección de las plataformas panorámicas, cuyo acceso completo estaba restringido solo a los inspectores de vuelo. Habían tomado la costumbre de utilizar ese camino para tener una vista completa y tranquila de las villas humanas fuera de la mirada inquisitiva de los vigilantes.

Yerin no había pasado por alto que ahora estaban teniendo especial cuidado con lo que la muchacha hacía ahora que sus alas estaban fuertes y sanas, por lo que ya no frecuentaban los miradores comunes a menos que su pequeño quisiera ir a mirar. Lo último que necesitaba en ese momento era exponer a su familia a ese injustificado intento de persecución.

Por lo general esa ruta estaba solitaria y les daba tiempo de charlar y darse mimos despreocupadamente, pero por alguna razón en esa ocasión había un flujo constante de alados hacia una zona en particular.

Todos los transeúntes viajaban por el borde interno, intercambiaban palabras con una mujer de baja estatura y desaparecían en alguna de las plataformas prohibidas a los ángeles comunes. Parecía que hacían algo que les demandaba más tiempo que una simple visita.

Eunbi tenía los ojos fijos en el cabello azul atado en varias trenzas que avanzaba frente a ellas. Las alas se agitaban nerviosamente y parecía tener mucha prisa.

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca de la mujer con el libro de registro, la chica apresuró el paso y se paró derecho frente a ella, haciendo una sonrisa rígida que daba algo de pena.

—Hola —la saludó la pelinegra, ajustando la pluma entre sus dedos para llenar la hoja de registro—. ¿Vienes a probarte o a consultar?

—A la prueba.

—Bien. ¿Plataforma oeste o norte?

Ya estaban por pasar de largo cuando Eunbi frenó en seco, ajustando el agarre en el brazo de su novia para que esperase con ella. Trató de aguzar el oído para escuchar mejor la conversación y miró al par de soslayo, tratando de identificar el lugar específico en el que se encontraban, pero no parecía haber absolutamente alrededor.

Tampoco estaban los alados que habían accedido antes a la plataforma de vuelo.

—Oeste.

La mujer buscó la información en la pila de hojas que tenía sujetas e hizo una marca con el bolígrafo en una de la tablas, mirando por un momento a la chica para corroborar la información, como si pudiera acceder a ella simplemente con una revisión visual.

—¿Recuerdas el nombre de quien te reclutó? —la joven se acercó involuntariamente poco a su interlocutora y le dijo algo en un volumen tan bajo que Eunbi no pudo captar nada. Frunció el ceño algo frustrada— Te está esperando adentro.

Memoria [AU SinRin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora