siete

1.1K 86 10
                                    


"Profe..." escuchaba a lo lejos. Pero yo tenía la mente inmersa en otro mundo. Hasta que...

— ¡PROFESOR! 

Escuché gritar y te vi, del otro lado de la ventana sonriendo apenada por haber tenido que recurrir al grito. 

Y me di cuenta que, ese beso... Dios. Ese bendito beso, sólo fue parte de mi imaginación. La lluvia comenzaba a tomar intensidad y te invité a subir.

— ¿Qué pasa, Amelia? 

Te pregunté, recordando cómo en mis pensamientos, después de aquella pregunta, te habías lanzado sobre mí. Y siendo sinceros, tenía una pizca de esperanza de que ocurriera, en verdad.

— Lamento gritarle, parecía desorientado. Pero tenía muchas dudas de su proyecto, pero ya no pude hacérselas en clase porque no hubo tiempo... y cuando lo vi saliendo, aproveché.

Apenada, pasaste un mechón de cabello detrás de tu oreja y acomodaste tu mochila en tus piernas.

— No te preocupes, Amelia. Siempre tendré tiempo para resolver tus dudas, siempre tendré tiempo para ti.

Mi sonrisa no podía ser más grande. Tú abriste tus ojos enormemente, dirigiendo tu mirada al piso, y caí en cuenta de lo que había dicho...

— Quiero decir.. siempre tendré tiempo para mis alumnos. 

Pasé una mano por detrás de mi cabello nervioso y hablé nuevamente.

— ¿Y cuáles eran tus dudas, Amelia?

Asentiste enfocándote ahora en el tablero de mi auto y te acomodaste en el asiento.

— Es que para ese proyecto, debemos comprar muchos materiales y... eso significaría molestar a mis papás, y si le soy sincera, no los veo muy animados. Ya les insistí mucho con regresar a la escuela y no sé...

Moviste tus manos nerviosamente y aclaraste tu garganta.

— ¿Cree que pueda ponerme otro proyecto? Algo que no ocupe mucho y yo misma pueda pagarlo. No importa la nota, creo que no afectaría mucho en mi calificación final. 

Me sonreíste de lado y te sonreí de vuelta. ¿Por qué eres tan hermosa?

— ¿Qué te parece una investigación? No tienes que adquirir nada, sólo buscar. 

Tu felicidad era mucha que me abrazaste y claro que te correspondí. 

— De verdad, muchas gracias, profesor... Le entregaré la mejor investigación que haya leído. Gracias, gracias...

Hablabas rápidamente que no pude evitar sentirme enternecido. No dejabas de sonreír y no te imaginas lo preciosa que lucías.

— Es el mejor, gracias, gracias...

Seguías diciendo mientras bajabas del auto y una vez fuera, empezaron a caer gotas que aumentaban tamaño y velocidad arreciando la lluvia. Por inercia, entraste nuevamente y reíste un poco y te imité.

— ¿Vives muy lejos? 

Pregunté.

— A unas cuadras del teatro Brooklyn, por la Plaza Mayor.

Hiciste memoria y asentí poniendo en marcha el auto. Te tomé desprevenida porque hablaste al segundo.

— Pero qué...

Te interrumpí sin dejar de mantener la mirada del frente.

— Está lloviendo fuerte. No puedo dejar que te enfermes... Te llevo a casa. 

Sonreí de lado, dando vuelta a la izquierda. Murmuraste un gracias y seguí andando. Hablamos de temas externos a la escuela en todo el camino. Alrededor de unos 14 minutos se empezaba a ver la Plaza Mayor y me indicaste por dónde ir. Al llegar a tu calle, me pediste estacionarme unas casas antes. Negué porque la lluvia seguía, así que, una vez fuera de tu casa, busqué en la parte trasera de el auto y encontré una sombrilla que siempre llevaba por casos como éste, donde el clima pareciera estar de puta madre y de repente, valiera puta madre. 

— Toma... mañana puedes regresármela.

Sonreí y tú asentiste a la vez que la cogías.

Me sonreíste una última vez desde la puerta de tu casa. Y cuando entraste, encendí el carro y tomé rumbo a mi departamento.


A M E L I A ➟ AXOZERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora