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Me viste sin poder creerlo y si te soy sincero, tampoco yo puedo creer lo que acabo de decir.
— Bueno, por fin lo solté. Se siente bien.
Reí. Aunque por dentro estoy muriendo.
Mierda, mierda, mierda.
— ¿Entonces es así?
Asentí.
— Bue-bueno, yo no sé qué decir. Admito que me esperaba todo menos eso.
Tu mirada estaba fija nuevamente en el suelo. Estabas rígida. Así que después de tener rato abrazándote, te solté.
— ¿Y ahora qué deberíamos hacer? Oh por dios, sueno como un ridículo inexperto.
Reíste y me abrazaste.
La tensión desaparecía poco a poco.
— No lo sé. Nunca había llegado tan lejos.
Reímos juntos.
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