𝕏𝕏𝕀𝕀𝕀

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Estar nuevamente en ese lugar no le provocaba más que nauseas. Tal y como recordaba todo, estaba oscuro y sucio. Lleno de personas en cada esquina de las calles pidiendo comida, otros robándola y otros más muriendo de hambre con niños en brazos.

Un auténtico infierno.

Agachó la cabeza tratando de recomponerse un poco, para su suerte la capa negra que portaba le cubría bastante bien la cabeza y la sumergía en su propio olor y calor.

—Es en esa dirección,Mila, una de sus compañeras de equipo, habló en voz baja a su lado. Liberi caminó discretamente entre la multitud, recibiendo algunos empujones.

Todo sería más rápido si usaban su equipo de maniobras, pero la primera infiltración tenía que ser bastante discreta.

Liberi era la única que portaba una capa, sus otros dos acompañantes portaban el uniforme, sus armas y equipos. Ella mientras tanto, se escondía y no llevaba ninguna escopeta consigo.

Se detuvieron en una esquina, y se camuflaron con algunas cajas que estaban apiladas allí mismo. La casucha que tenían en mira era la más sospechosa hasta ahora, y según previos soldados enviados, podía ser una de las sedes donde se reunían algunos integrantes de esa mafia.

No podían atacar. Solo tenían la opción de secuestrar a algún hombre, o conseguir información de alguna persona. Su objetivo principal era dar con el paradero de la cabeza de toda esa organización.

Ella tenía la ligera sospecha de que el líder no estaría en ese lugar, y que muy seguramente manejaba todo desde las sombras, muy probablemente en el exterior.

—Mierda, Mila, quédate quieta.Roni, su otro compañero, regañó a la chica que estaba tras ella.

Llevaba con ellos hace tan sólo unos días conociéndolos y casi todo el tiempo estaban peleando. Para ser un equipo no se entendían con facilidad, y generaban conflictos todo el tiempo.

—Silencio, alguien se acerca.Liberi susurró, un hombre gordinflón con fuerte olor a cigarro pasó por el frente.Parece que ya tenemos al ratón.antes de que llegara a la puerta, alzó su mano y lo arrastró hacia ellos.

—Sigo sin acostumbrarme a esa cosa roja de la bruja.—el murmullo del chico se vio interrumpido por el cuerpo del hombre inconsciente cayéndole encima.

—Átenlo, y salgamos de aquí rápido.


[...]

Semana dos.

A penas tenía descanso. Las horas de trabajo se estaban alargando de más para su gusto. Cuando no estaba en la investigación o persecución de la Mafia subterránea, tenía que acompañar a largos viajes a los consejeros reales.

Sus compañeras de cuarto la detestaban y le hacían la vida imposible, casi nunca podía salir sola y su salud se estaba deteriorando.

Mentalmente tampoco estaba muy bien, pero al menos eso podía ocultarlo.

Arrastrando los pies salió del edificio y se acomodó el uniforme, hoy tenía algunas horas libres para hacer compras. Dos soldados la acompañarían, pero de alguna manera se las arreglaría para enviar la carta por correo sin que se dieran cuenta.

Con esta ya contaban tres cartas, donde informaba todo lo que sabía hasta ahora a Erwin.
Su trabajo como espía no la estaba agotando tanto como lo era tener que ser escolta.

UNSTOPPABLE | Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora