𝕍𝕀𝕀𝕀

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Era un día soleado, despejado y completamente hermoso. Una melena negra y larga se balanceaba por el aire dejando a su paso un refrescante aroma floral. Una sonriente Liberi cabalgaba velozmente con su cabellera suelta y admirando el glorioso cielo azulado que ese día se encontraba casi que completamente despejado. 

—Ve más lento, mocosa.

—Déjala enano—el azabache de aura sombría y cara de pocos amigos acompasaba el paso junto a la castaña de anteojos. La mujer observaba con una sonrisita a su amiga, la cual les llevaba unos metros de distancia por la velocidad con la que andaba.

Esa era la jovial chica de 22 años que adoraba montar a caballo y sentir el aire pegando en su rostro, limpiándola de toda preocupación y dándole preciados momentos de libertad. 

—Sigo sin entender cómo huele tan bien siempre,—Hanji volvió a hablar, diciéndolo en dirección a su amigo pálido, refiriéndose al olor dulzón que dejaba a su paso la pelinegra. Esa afirmación tenía doble sentido, como muchas de las cosas que trataba de insinuar al ojigris con frecuencia, todo con la intención de que diera algún rastro de afecto de más por la pequeña Liberi.

—Se llama ducharse. Deberías ponerlo en práctica, apestosa.—le miró mal.

Cosa que casi nunca lograba.

Cuando logró divisar la extensa muralla de 60 metros, Liberi detuvo su caballo esperando que sus dos acompañantes llegaran a su lado. Tan pronto como lo hicieron comenzaron a andar en fila, siguiendo un protocolo de bajo perfil cuando se acercaron al distrito de Trost.

Liberi recogió su largo cabello en una coleta y se colocó la capota de la capa negra que llevaba puesta. Ninguno de los tres tenía puesto el uniforme de la Legión, todo con la intención de pasar desapercibidos. Pero la pequeña soldado de gran hermosura era bastante conocida entre los muros, tuviera o no el uniforme, por ello la enorme capa que la cubría.

—¡Mira, es el capitán Levi!—el nombrado ignoró la fila de personas que se empezaron a formar a los lados del camino, eran en su mayoría campesinos y jóvenes muchachas que chuchiqueaban entre ellas.

—Es tan misterioso.

—Mira ese rostro tan perfecto.

—¿No piensa casarse?

—¡Oh capitán, permítame ser su esposa!

Bajo la capa negra se escondía un rostro rojo, la ojiazul ardía por todos los comentarios que les estaban lanzando a Levi sin ningún pudor. Ella iba en medio de su amiga y él, por lo que podía apreciar si el azabache volteaba a mirar a las mujeres que se le insinuaban mostrando de más su escote.

Perras.

Para su alivio, el alabado señor perfecto no volteó la mirada en ningún momento e ignoró olímpicamente a todas las jóvenes que le gritaban. Su idea de pasar desapercibidos no funcionó para nada, pero contando que la intención principal era que no la vieran a ella, tuvieron éxito.
Una vez atravesaron el distrito, las enormes puertas hacia el muro María les fueron abiertas una vez que Levi mostró sus identificaciones como soldados. La enorme extensión de campo se abrió frente a ellos, no tenían mucho que andar ya que la sede se encontraba entre un pequeño bosque cerca de la muralla.

El camino fue corto, y completamente en silencio, a Liberi le sorprendía lo callada que estaba su amiga castaña. Ella siempre hablaba.

—¿Hanji?—no perdió la oportunidad, una vez que el edificio pequeño de la sede fue visible, se acercó a la mujer de anteojos.—¿Pasa algo?

UNSTOPPABLE | Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora