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En el tiempo que llevaba preparándose con los entrenamientos de Hanji, nunca se había molestado tanto como ahora.

Jadeante se secó el sudor que se le escurría por todo el rostro. Los músculos de las piernas y brazos estaban tensos y adoloridos. Aún así su amiga loca no paraba de saltar de un lado para otro, vociferando.

La razón por la que estaba tan emocionada era porque Liberi por fin había perfeccionado su nueva técnica de vuelo. Sí, ya podía volar.
Sonaba increíble para ambas, pero la más baja era la que sentía las consecuencias de tanto esfuerzo continuo y por ello no tenía el aliento para saltar de la emoción, si quiera sonreír. El rostro le pesaba. 

—¡Vamos canija, otra vez!

—No puedo más, mi cuerpo no resistirá.—exclamó tirándose al césped. Los músculos le dolían a horrores.

—Necesito ver otra cosa, levanta el trasero y vuela.—se acercó a ella y la jaló de una pierna. Un punto de dolor en su zona íntima la hizo quejarse, pero disimuló y una vez protestó para que la soltara, se levantó y arregló su ropa.

Había perdido tenido sexo el día anterior y su cuerpo se lo gritaba en toda la cara. Además de los múltiples hematomas que tenía en su cuerpo y cuello, también le dolían las caderas y las piernas. 

Maldijo por lo bajo mientras se alistaba para alzarse de nuevo, extendió sus brazos a ambos lados e inhaló. Casi al instante sus pies dejaron el suelo, se elevó pocos metros y se sostuvo así.
A la primera le había sido más complicado, pero después de tantas repeticiones ya lo había dominado.

No necesitaba equilibrarse como si usara el equipo de maniobras, pero sí necesitaba medir correctamente la potencia de la energía, si no, terminaría propulsándose varios metros sin control.

Miró hacia abajo a la castaña de gafas empañadas que escribía como loca en su libreta, cuando notó que terminó de garabatear pensó en bajar pero un grito de la contraria la detuvo.

—¡Ahora chicos!

Liberi no entendió a quienes gritaba, hasta que escuchó las ventanas del edificio trasero a ella. Se encontraba algo lejos pero la distancia era suficiente para ver claramente a los hombres que se asomaban y comenzaban a tirarle objetos de metal.

—Qué rayos,—confundida por eso, se echó para atrás. Algunos objetos no la alcanzaron pero otros antes de chocarse con su cuerpo o cara fueron agarrados en el aire por la energía escarlata. Los sostuvo ahí mientras esperaba que terminaran.

Entre risas y algunos gritos se los tiraban con todas las fuerzas que tenían. La pelinegra entendió que todo era plan de la castaña por lo que no dijo nada más y detuvo todo. Cómo imaginó que quería que hiciera.

—¡Increíble!¡Miren eso!—uno de ellos exclamó señalándola, al parecer ya habían terminado con los objetos. Ella rodó los ojos y en el aire se acercó más hacia las ventanas, algunos se asustaron pero otros sólo la llamaron.

—Son unos idiotas, se dan cuenta que pudieron lastimarme con eso.—los pedazos de latas flotantes se abrieron para dejarla ver sólo a ella. Esas cosas eran residuos de los enlatados, y algunos estaban rotos y filosos.

—Lo sentimos señorita, pero la subcomandante nos ordenó que fueran esos.—no reconoció a casi ninguno, para suerte de ellos. Al parecer eran del escuadrón de Hanji.

—Como sea,—les dio la espalda y ahora se dirigió a la alocada castaña de abajo.—Si dejo caer todo esto en el jardín acabaremos con el buen humor de Levi.

Hanji sólo se burló y luego les gritó a sus subordinados.—Tontos, llamaré al capitán Rivaille para que les dé una paliza.

Esa forma que tenía de tratarlos le causaba gracia a la ojiazul, pero se contuvo de reírse y mostró su cara más terrorífica a los jóvenes.

UNSTOPPABLE | Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora