XV - Attacco a Milano.

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Attacco a Milano.

Hela

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Hela.

Quizá Fiorella siempre tuvo la razón, quizá sus maltratos, aunque no justificados, tenían un propósito. A mi parecer el mundo se divide en dos tipos de personas: las que son buenas, y las que no. Lo que me lleva a pensar que todos tienen tanto bondad como maldad en sus interiores, algunos eligen lo primero y otros pocos se atreven a aventurarse a lo segundo; ¿podría ser que jamás me permitieron demostrar que había un lado bueno en mí? ¿Yo tuve ese lado bueno? En mi día a día observo como los buenos se pasan a nuestro lado pero... ¿cuando me darán la oportunidad a mí de poder escoger?

O quizá, ya llegué al punto que me es imposible un retorno. Lo quiera o no, ya pertenezco de lleno en aquello que nunca pedí.

La sensación de calidez me avasalla, de... sentirme plena. Reposo mis labios sobre el dorso de la mano que yace entrelazada con la mía bajo mi pecho, sonrío con el suspiro cálido que acaricia mi cuello y como si fuera ese sueño bonito que jamás tuve, vuelvo a cerrar los ojos. No hay pesadillas, recuerdos o escenarios que no quiero, esta vez simplemente, todo es perfecto.

El gruñido ronco sobre mi hombro es el golpe de realidad; su pesado cuerpo me aplasta, y sus piernas entrelazadas con las mías me privan de moverme, además de su agarre que se mantiene abrazándome por la cintura. Vuelve a gruñir dormido cuando empujándolo con mi espalda, logro liberarme.

El tomar del arma sobre la mesita me lleva tiempo al reconocerlo. Está profundamente dormido y me maldigo por embelesarme con el simple hecho de verlo tranquilo, sus respiraciones calmadas y sus pestañas largas escondiendo la preciosa mirada plateada.

—¿Por qué mierda estás durmiendo en mi cama, a mi lado? —la bata se desliza por mi hombro al apuntarle.

Con pesadez abre los ojos, dejándome inmóvil cuando su mirada se entrelaza con la mía. Frota su rostro para terminar de despertar y luego se queda ahí, adormilado, observándome en silencio.

—¡Contéstame! —afirmo mi agarre—. ¿Por qué estás aquí, Dante?

Lo último que recuerdo es el mensaje de voz que dejé a un número el cual su dueño no está más aquí conmigo, siendo algo absurdo ya que desde hace meses ya no está habilitado, pero el escuchar su voz en la contestadora es grato y reconfortante, un método de acallar la culpa que me corroe. Luego de ello perdí la conciencia, algo raro en mí ya que eso no me sucede jamás, se supone que conozco mis límites.

—¿Dante, tú y yo...? —nos señalo a ambos con el arma, al notar que estamos casi desnudos.

—¿Tú y yo qué? —la comisura izquierda empieza a elevarse, dibujando en sus labios una sonrisa perversa.

—¿Qué si nosotros...? —me impaciento, es tan absurdo incluso el solo decirlo.

—¿Que si nosotros, qué?

My Legacy  (Saga Dinastía Gagliano #2) [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora