DIECIOCHO

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La sensación de amargura que tenía Inuyasha entre sus labios no se podía comparar a ninguna otra. Le había confesado a Kagome sus sentimientos, le había hecho el amor con la pasión más desbordante... pero ella no le correspondía.

Cuando Miroku escuchó la historia de aquella noche de la boca de su amigo soltó un suspiro pesado.

― Siento decirte esto mi amigo, pero probablemente Kagome se sintió de esta manera hace años, cuando ustedes eran unos chiquillos...

El ojidorado soltó una risita dolorosa mientras negaba con la cabeza.

― ¿Crees que es el karma?

Miroku asintió, pero colocó una mano en su hombro mientras lo miraba reconfortante.

― Deberías darle tiempo... Porque por lo que me cuentas, yo si pienso que aún te ama. Esto es demasiado para cualquiera, Inuyasha. Lo que sucedió contigo y con Kikyo es increíble...

Inuyasha se puso de pie para ir hasta la ventana de la oficina de Miroku que daba vista hacia la entrada del hospital, desde allí observaba como Kagome y su compañera Sango caminaban tranquilamente hasta un banquillo.

― He esperado a Kagome toda la vida. Ella es lo que me hace sentir... que pertenezco, Miroku. Kagome es mi hogar.

Y no existía otra verdad en Inuyasha para ese momento de su vida. Tantos años acompañado, pero sintiéndose solo, tratando de mentirse a sí mismo, renunciando a sus sentimientos por lo cruel que el destino fue.

Ahora que tenía de nuevo a Kagome cerca lo sabía... ella era ese lugar que lo hacía sentir cálido, aceptado, en casa.

― Nunca te oí hablar así de nadie... en todos estos años ―musitó su amigo― En verdad la amas, y me alegro que hayas decidido luchar y esperar por eso. De verdad, no hay mejor sensación que la de amar y ser amado.

― ¿Acaso tú también estás enamorado, Miroku? ―Inuyasha arqueó las cejas, mirándolo con ojos juguetones.

― Pues... ―el pelinegro sonrió embobado, caminó lentamente hacia la ventana también mirando en la misma dirección que Inuyasha hacia unos minutos― En realidad, así es.

Inuyasha lo descifró enseguida, se volteó y lo miró impactado.

― ¿Sango?

Miroku sólo soltó una risa que lo dejó en evidencia.

― Es la mujer con quien puedo compartir mis secretos, es mi compañera y mi amante. Espero que termine su especialidad este año para pedirle que se case conmigo.

Ambos hombres se sentían invadidos por aquel sentimiento cálido que les provocaban las mujeres que admiraban desde el otro lado del cristal. Pero Miroku no estaba tranquilo del todo, no por su amigo... quien tenía problemas asomándose.

― Inuyasha... ¿Le has dicho toda la verdad a Kagome?

― Así es.

― Es una suerte, porque Hakudoshi está en este hospital. Es cuestión de tiempo para Kagome se entere de su existencia.

Y eso heló la sangre del peliplata.

No, Kagome no sabía a cerca del niño...

― Me tengo que ir a pediatría, hoy veré a Ai de nuevo ―anunció Kagome, con naturalidad.

Sango sonrió, apenas hace un rato estaban hablando de lo que le ocurrió a Kagome e Inuyasha la noche anterior. Ella estaba tratando de llevarlo con calma, pero la verdad es que su mundo estaba de cabeza de nuevo, porque ahora conocía una verdad que ella misma no quería asimilar.

Futari No KimochiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora