DOCE

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Ahí estaba Inuyasha, lleno de nervios en frente a la residencia Higurashi. Tenía en sus manos lo que había comprado para merendar con las chicas... y en otra una muñeca que también compró pensando en Moroha junto con unas flores para Kagome.

Moroha... era un nombre encantador.

Su padre le contó que la niña era alegre y vigorosa, y cuando él alcanzó a verla de la mano de Kagome y ese otro hombre... realmente pareciera ser que su papá no lo mentía.

Esa tarde había pensado mucho en lo que esperaba de Kagome y su niña, cómo le había dicho Miroku, el tenía que contarles la verdad. Primero acercarse a Kagome, asegurarse que no estuviese en peligro y... tal vez llamar a Kikyo para contarles la travesía que habían pasado.

También pensó en Akitoki Houjo y en el hombre que aparentemente estaba al lado de Kagome en esos momentos. Aunque Miroku le había dicho unas mil veces que Kagome no tenía pareja actualmente, algo le ardía en el pecho al pensarla con ese hombre que las llevaba de las manos el otro día.

"― Ese es Koga ―Miroku señaló al joven de pelo oscuro, quién caminaba de un lado a otro en urgencias― Él y Kagome fueron novios mucho tiempo, pero ella terminó con él... Sango nunca me contó las razones, pero la hija de Kagome lo ve como a un padre."

Él se lo había preguntado, pero dio cada palabra que Miroku le dijo.

Tal vez... el podría reconstruir con Kagome lo que tuvo que abandonar años atrás. Kikyo lo había dicho antes de marcharse: Inuyasha, tú siempre la amaste... Puedes recuperar su cariño si te lo propones.

La pregunta, más que si podía... era si realmente se lo merecía.

Eso lo decidiría Kagome... Pero tendría que luchar.

¡Luchar por el amor de su hija y del amor de su vida. Porque lo era... a pesar de todo el dolor que pasó a lo largo de esos años nunca olvidó lo que se sentía estar en sus brazos, estar junto a ella y sentirse en su hogar.

Miroku y su charla luego de ver a Kagome por primera vez en el hospital lo había despertado. Tenía que dejar de sentir lástima por si mismo y hacer algo.

Se llenó el pecho de aire y puso una cara de gallardía.

― ¡Moroha no corras! ―escuchó la voz de Kagome a sus espaldas y se sobresaltó.

Pronto sintió como un pequeño cuerpecito impactando con sus piernas y oyó un chillón: "Auch".

― Lo lamento, señor ―la voz de la pequeña niña llegó hasta el corazón de Inuyasha, y se volteó para verla.

La pequeña estaba vestida con su uniforme escolar, uno que recordaba muy bien en Kagome cuando eran niños. La pequeña era una copia de si mismo... con los ojos llenos de alegría de Kagome.

― Inuyasha... ―Kagome llegó corriendo detrás de la niña y lo miró con una sonrisa.

La mirada impactada de Inuyasha se fijó en Kagome.

El peliplata estaba anonadado. Sentía en lo profundo de su ser una alegría que no había experimentado nunca. Esa niña era... un pedacito de ella y de él.

Con una mirada llena de ternura, le demostró a Kagome lo que sentía en su interior. Ella asintió, como si comprendiera su reacción.

― Ella es Moroha... Inuyasha.

La niña miraba confundida a ambos adultos.

― ¿Él es tu amigo? ―preguntó.

"Soy tu padre, pequeña..." quería decirle él.

Futari No KimochiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora