DIECINUEVE

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La dulce Rin no era de las esposas que acostumbraban a revisar las cosas de su marido, de hecho... el lazo de confianza con el señor Sesshomaru era para ella lo más sagrado en este mundo.

Pero una tarde, decidió visitar a su marido en su oficina en la ciudad antes de recoger a las niñas del colegio, sería una visita expresa y breve, sólo para darle un dulce beso y seguir con sus actividades. Se llevó una pequeña desilusión cuando Jaken le comentó que su esposo salió para hacer algunos trámites.

La menuda castaña se encogió de hombros y decidió que de igual forma se quedaría allí hasta que fuese hora de buscar a sus hijas, así que entró a la gran oficina de Sesshomaru. El ventanal tenía una vista preciosa, la silla principal del escritorio era giratoria, por lo que ella fue hasta allí y se sentó para luego dirigir su mirada a la impresionante vista en las alturas.

Normalmente trabajaba desde casa para estar más tiempo con su familia, pero últimamente decía que no podía evitar tener que estar en la oficina por asuntos extremadamente urgentes.

Soltó un suspiro pensando en lo ausente que estuvo Sesshomaru esos días, como si tuviese un peso demasiado grande sobre los hombros... Y lo peor de todo era que nunca dejaba que ella lo alivianase, aunque sea un poco, que lo ayudase a resolver aquellos dramas.

Bueno, ser reservado era lo normal en él ―pensaba ella.

Cuando pasaron los minutos, ella volvió a suspirar, rendida ante la causa de entender a su marido. Entonces se topó con una cantidad de papeles esparcidos sobre el escritorio, normalmente Sesshomaru era demasiado ordenado y pulcro, le sorprendió verlo todo así... y se dijo a sí misma que lo ayudaría a ordenar un poco.

Recogió algunos papeles y los encimó, buscó carpetas para meterlos, y justo sobre la mesa había una de gran tamaño, un bibliorato mediano. Lo tomó y lo abrió para poner allí los documentos... pero entonces leyó un nombre que la alertó.

Inuyasha Taisho.

Ojeó un poco más el bibliorato, y quedó pasmada: era una denuncia por usurpación de identidad hacia Inuyasha. A medida que sus ojos recorrían las líneas de los documentos, se daba cuenta de que era el mismo Sesshomaru el que estaba acusándolo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, y en aquel peor momento... la puerta se abrió y el susodicho apareció ante los ojos cristalizados de la mujer.

― S-Sesshomaru...

Los ojos dorados del peliplata se entrecerraron un poco hacia ella, su ceño se frunció y murmuró.

― ¿Qué haces aquí, Rin?

Ella negó con la cabeza mientras las lágrimas caían despacio por sus mejillas.

― No... ¿Qué significa que estés denunciando a tu hermano? ―ella intervino con la voz quebrada.

Estaba rota... ¿Cómo podía hacerle eso a su propia familia?

― Rin, este asunto no te concierne, vete a casa ―el pasó de largo e ingresó a su oficina con el semblante lleno de frustración.

― Si me concierne, porque no voy a dejar que le des la espalda a tu familia. Una cosa es que no justifiques a tu hermano de sus errores, y otra muy diferente es que lo acuses ante una corte ―musitó― ¿Al menos has hablado con él? ¿Qué es lo que sabes respecto a esta usurpación de identidad?

Él quedó impactado. Sabía que el corazón de su esposa era el más puro que existía, entendía su reacción... ¿Pero qué opción tenía él?

― Un hombre me trajo las pruebas, Rin. Yo simplemente sigo el caso...

Futari No KimochiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora