TRES

581 79 35
                                    

III

― No me dejas más opción que terminar acabando contigo, cachorra― dijo Kouga terminante.

Y dicho esto, el hombre se tiró sobre Moroha en el sofá para hacerle cosquillas. Ella lloraba de la risa, se quejaba y trataba de zafarse de su padrino.

― ¡No podrás vencerme! ― ella carcajeó― ¡Jamás padrino! ― la niña también colcoó sus manos bajo los brazos del hombre y contraatacó.

Kouga estallaba en carcajadas.

Kagome miraba la escena con un ceño fruncido y los gestos tiesos. Estaba sosteniendo su taza de café en las manos con fuerza desde la cocina, viendo a Kouga y Moroha desde la distancia.

Inuyasha siempre había sido de los que volvían― pensó ella― Cuando eran niños y peleaban, el siempre regresaba unas semanas después y pedía disculpas. Pero todo eso lo hacia cuando su orgullo moría, y para aquello tenían que pasar varios días.

Ahora habían pasado años. Diez malditos años en los que él pudo formar parte de la vida de Moroha. La niña había crecido con la imagen de sus abuelos como paterna, y no debió ser así― se lamentó la muchacha― Que Inuyasha no la amase no quería decir que no pudiese ejercer su paternidad.

Ella nunca deseó obligarlo a nada, sabía que él podría irse cuando quisiera. Pero si tan sólo hubiese sido sincero, estado para apoyarla y criar a Moroha... todo hubiese sido distinto y menos doloroso.

Ahora la niña tenía una imagen de su familia, ya estaba arraigada a sus abuelos, a Kouga ― quién había sido su pareja durante años, pero terminaron cuando ella empezó a duduar de sus sentimientos. De igual forma, él siguió apoyándola y viendo a Moroha― y la veía a ella muy fuerte. Kagome la madre que estudiaba de madrugada y salía a pasear al parque con su hija luego de una larga guardia toda la noche. Eso era lo que Moroha conocía.

¿Sería igual con Inuyasha en el cuento? ― se dijo a sí misma― Tal vez no podría mantenerse de pie cuando lo viese y se echaría a llorar.

¿Y hasta cuándo? ¿Inuyasha querría formar parte de la vida de Moroha sólo por unas semanas para satisfacer su curiosidad? Si ella le hablase de su padre biológico a Moroha, ella se ilusionaría demasiado. Todo eso para que el muchacho se fuera cuando quisiese de nuevo, destrozando el corazón de su hija.

No, no dejaría que ella sufra― Kagome murmuró para sus adentros decidida― Tendrían que hablar muy seriamente de esto. Una vez que Inuyasha entrase a la vida de su hija, lo haría para siempre. Él tenía que asumir ese compromiso, o de lo contrario... que siga perdido en los recuerdos del pasado.

― ¡Mamá! ¡Alguién llama a la puerta! ― gritó Moroha desde el sofá.

Kagome sacudió un poco su cabeza. No había oído el timbre por andar sumergida en sus problemas. Le sonrió a su hija y fue hasta la puerta.

Rin, su cuñada, la saludó con una sonrisa que atravesaba todo su rostro, Towa y Setsuna estaban detrás de ella tomadas de la mano y arregladas para la escuela.

― Hola, tía Kagome― murmuraron ambas niñas al unísono.

¡Demonios! Había olvidado que era viernes y no preparó a Moroha para la escuela. Rin la llevaba todos los días, ya que Kagome no podía hacerlo los días que tenía― que eran casi día de por medio― y sus sobrinas gemelas tenían la misma edad que Moroha, así que iban juntas.

Cuando Kagome quedó embarazada, Rin lo estaba del hermano mayor de Inuyasha, Sessomaru. La relación de ella causaba un poco de envidia a la muchacha Higurashi, ya que Rin también tenía apenas dieciséis años cuando quedó en cinta y Sssomaru tenía veinte; pero por el contrario que su hermano menor, el mayor de los Taisho asumió toda la responsabilidad con la mayor de las alegrías― aunque no se pintara en su rostro muy a menudo― sus ojos se iluminaban cada vez que veía a Rin con su vientre redondo.

Futari No KimochiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora