capítulo 3

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Harry chasquea la lengua con pesa cuando queda en octavo lugar en aquella condenada carrera de Mario Kart, y no puede creer que en serio le hubiesen lanzado aquel caparazón azul explosivo a último momento que ha resultado en tragedia justo cuando ha estado a punto de cruzar la línea de meta como el primero para convertirse en el ganador.

Le fastidia en cierto modo, pero no lo suficiente como para llegar a enojarse de verdad cuando sabe que solamente se trata de un juego y nada más. Consigue superarlo rápidamente, y se propone quedar como ganador cuando está a punto de iniciar una nueva partida, sin embargo, no llega a hacerlo cuando de repente la puerta se abre.

Harry desvía la mirada con la misma rapidez hacia la figura femenina que se presenta delante de la madera y se da cuenta del gesto consternado que su madre lleva dibujado en el rostro, y es que luce como si estuviera a punto de darle esta terrible noticia de la que no tiene idea de si logrará soportar en absoluto al recibirla, cosa que hace que Harry piense que está exagerando tan sólo un poco, o mucho, y que no debería de sentirse de esa manera por algo tan trivial como eso.

Aunque no la culpa, jamás lo hace. Simplemente no puede.

—Ya están aquí, cariño— Le informa, ingresando a la alcoba tan sólo para acercarse a él. De reojo, Harry ve como Gary aprovecha para ingresar en el cuarto, tan sólo para husmear por los alrededores, como si no se hubiese pasado la tarde con Harry en absoluto hasta el momento de su partida. —Aunque todavía estás a tiempo para negarte a hacer esto.

Es una idea considerable, Harry de verdad la ha tenido lo suficientemente presente como para habérsele ocurrido hace probablemente unos treinta minutos o algo así, cuando ha chequeando la hora exacta. No obstante,  no cree que sea una buena idea hacer algo como eso teniendo en cuenta que, si rechaza a los nietos de las amigas de su abuela, es bastante probable que la deje en vergüenza delante de ellas, y sinceramente tiene ganas de hacerle eso.

Se sienta en la cama apagando la consola portátil y se coloca de pie para poder guardarla en su bolsillo sin demasiados miramientos. Tuerce ligeramente la boca y sacude la cabeza en una especie de negación resignada.

—Sería de mala educación hacer algo como eso, mamá— Menciona en un murmullo, y se encoge de hombros como acto seguido para poder evitar que ella añada cualquier otra cosa que sirva para refutar sus palabras. —Si no me agradan solo le diré a la abuela y listo, ya la viste en el almuerzo; son agradables.

—Eso mismo pensamos a primera vista de los muchachos de tu antigua escuela— Le recuerda, cosa que no es muy buena idea, porque Harry sinceramente no necesita esta nueva inseguridad cuando tiene tantas con las cuales lidiar constantemente.

Se le frunce el ceño con brevedad, y es posible que las mejillas se le llenen de este incesante rubor que delata la vergüenza que sus palabras le hacen sentir. Baja la mira por unos cuantos segundos y se termina relamiendo los labios con la punta de la lengua, casi de manera imperceptible cuando tiene las tripas hechas un ocho y no sé siente demasiado bien con esto.

—Deberías ser la primera que apoye la idea de no vivir con miedo siempre— Dice en un suave murmullo, con cierta incomodidad en el tono de voz, porque es cierto.

Es consciente de que su madre está preocupada por él, esa parte la entiende completamente. Sin embargo, no cree que sea demasiado justo para su consciencia el que asuma delante de él que todos los niños de su edad sólo quieren hacerle daño y no puede confiar en nadie en absoluto, ni intentar relacionarse con cualquier persona tan sólo para que no lo hieran.

Y si, Harry sabe que debe tener más cuidado, tiene el recordatorio mental y constante de que no debe permitir que nadie más vuelva a molestarlo de la manera en la que lo han hecho, pero así mismo tiene la memoria de su psicólogo diciéndole que la compañía le viene bien, y que no debería cerrarse a la posibilidad de hacer amigos, porque, y según el profesional, así como hay gente mala en el mundo, también existen unos cuantos que están dispuestos a hacer el bien, tango a sí mismos como a los demás.

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