capítulo 10

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Harry se siente un poco extraño, o tal vez demasiado, por alguna razón tiene las emociones revueltas y ha sido así desde aquella noche en esa fiesta, y quizás ha empeorado desde la noche en el patio trasero, pero Harry está en una especie de etapa de negación y se rehúsa a querer echarle la culpa a Louis de absolutamente todo aun cuando tal vez sabe que la tiene.

Es posible que lo maldiga en su mente mientras suben la escalera eléctrica, y respira diciéndose que no es momento para esto y que nunca lo será.

Bajan de la escalera cuando llegan al segundo piso y Beatriz los guía a ambos en dirección a la librería. La encuentran, por supuesto, y a Harry se le alzan las cejas cuando resulta ser un lugar inmenso, lleno de estantes repletos con etiquetas que se imagina que deben señalar los géneros, en el fondo hay una escalera que parece subir a un segundo piso lleno de libros en la misma cantidad, y está tentado a silbar cuando ve que el piso está alfombrado y que hay un silencio tan grande que es como si cada cliente presente estuviera en su propia burbuja.

Es alucinante, y le llega a gustar lo suficiente como para querer ir corriendo hacia lo que le interesa. No obstante, no consigue dar el primer paso cuando su abuela le da un apretón en la mano.

—Cuando estés listo, espera por nosotras en la caja número dos, ¿de acuerdo?— Le propone en una especie de táctica de reencuentro sin muchos detalles y más sencilla.

Harry menea la cabeza en un asentimiento y termina regresando la mirada hacia su madre.

—¿Cuántos libros puedo coger?— Cuestiona, y no sabe por qué no lo ha preguntado antes si resulta ser algo que debería saber.

Beatriz es la que contesta por ella.

—He estado guardando cupones de descuento que aparecen en el periódico, así que puede coger los que quieras, cariño.

—Que sean cinco— Establece Anne enviándole una mirada a su madre y de repente apunta el dedo en dirección al rizado. —Y no te los vayas a leer en un solo día, ¿me oyes?

No es una amenaza como tal, podría ser una advertencia tal vez, y Harry se lo toma más bien como una recomendación porque tiende a leerse todo en un solo día para luego quedar a la deriva de lo que sucede después de acabar un libro. Alza las manos en una señal de rendición y termina por asentir para asegurarle que no lo hará.

Anne parece satisfecha, así que le hunde las manos en los rizos dándole una caricia.

—Bien, ve. Nos vemos en la caja en unos veinte minutos.

Y eso es suficiente para que Harry se marche de una buena vez en dirección a aquel paraíso literario en donde todo puede suceder, pero dentro de su cabeza. Se muerde el labio inferior mientras recorre los estantes, pasa por los de romance, aunque no le interesa, ve la categoría para jóvenes adolescentes que nunca ha llamado su atención, pasa por los libros históricos y finalmente, y por fin, llega a las obras de misterio y suspenso.

Es un estante con dos filas más altas que él, así que tiene que alzar la cabeza para poder recorrer con la mirada los títulos que se aprecian en los lomos de cada libro. Está buscando uno en específico para luego revisar la lista en su teléfono, y respira con suavidad esperanzadora cuando lo localiza en el penúltimo estante a la izquierda.

Extiende la mano en aquella dirección, y no consigue ver la extremidad de otra persona que va en la misma dirección hasta que sus dedos tocan unos ajenos. Pega un respingo por la impresión y retrocede sintiendo como la sangre le sube a las mejillas por la vergüenza que le provoca aquel inocente incidente.

—Lo siento— Murmura con la mirada en alguna otra parte. Sin embargo, cuando la desliza hacia el individuo para poder disculparse una vez más y con cierta propiedad, el aliento se le atasca en la garganta cuando se da cuenta de quién se trata. —Louis.

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