(...)
Ambas hermanas se miraron antes de asentir y sonreír.POV. Jessy
Para mi fue todo un shock ver a Cris allí, y sobre todo saber que era mi cuendi. A veces el destino es muy puñetero. El caso es que cuando dijo que había matado a sus padres por mi culpa me sentí como la mierda. Por qué huí? Porque me avergoncé de no poder controlarme ni con mi propia novia. A partir de ahí prácticamente no volví a mantener contacto con ningún humano a excepción del absolutamente necesario. Después de que ambas hermanas aceptasen quedarse a vivir con nosotros, cogí a Daniel prácticamente de la oreja mientras Cris nos seguía dejando salir pequeñas risitas ante las quejas de mi hermano. Yo no podía borrar la enorme sonrisa que había en mi cara. Metí a Daniel en la parte trasera de mi coche y le abrí la puerta a Cristina para que entrase en el asiento del copiloto. Me lo agradeció con una sonrisa a la cual corrrspondí gustoso. Me metí en el asiento del conductor y arranqué el motor. Pisé un poco el acelerador para comprpbar que el viejo coche no se parase y le quité el freno para sali disparado hacia nuestra casa. Tardamos veinte minutos. Veinte minutos que Daniel usó para taladrarme la cabeza con palabras sin sentido, canciones de anuncios varios y canciones de películas infantiles como la abeja Maya. Puta abeja Maya que me va a dar pesadillas... Cuando divisé nuestro hogar, aceleré bruscamente, provocando que El Dolor De Cabeza, alias mi hermano, se comiese mi asiento. Paz!! Por fin!! Aparqué y salí rapidamente del coche y sin nisiquiera cerrar la puerta o esperar a mi cuendi corrí adentro de casa. Luego pensé- Mierda, Cris!! Y volví a salir corriendo para cogerla en volandas y separarla rapido de mi hermano, quien ya había empezado de nuevo con la canción de Dora la Exploradora por decimo quinta vez. Maldita seas Dora la Exploradora!! Me compadezco de la pobre Amy...
Entré con Cris aún en brazos y cerré la puerta con pestillo, pero cuando pude respirar tranquilamente, me di la vuelta y allí estaba él con una sonrisa diabólica.
- Joder, Daniel!! Que susto me has dado!! Quieres darme un infarto, o qué?- le pregunté gritando.
- Nop. Y eso es tecnicamente imposible porque tu corazón ya no late.- dijo en plan filosófico. Fruncí el ceño y mo cuendi soltó una pequeña risita.
- Touché.- le respondí cuando dejé de estar embobado con los labios de Cristina.
La dejé por fin en el suelo con cuidado y la conduje hasta la sala, donde se escuchaban a los gemelos y Finnick pelear por el mando de la tele. Rodé los ojos y conduje a Cris hasta allí. Los chicos, al verla, se quedaron estáticos y pasaban su mirada de ella a mi y después a nuestras manos unidas. Así entraron en bucle hasta que los interrumpió James rodando los ojos y dándoles un codazo a los otros dos.
- Hola Cris.- dijo en tono alegre.
- Hola Cris.- Dijeron Finnick y Josh a la vez. Se fulminaron con la mirada, pero au duelo fue interrumpido por la voz de mi compañera.
- Hola chicos, cuanto tiempo sin veros.- dijo con una pequeña sonrisa. Los chicos se levantaron y corrieron a abrazarla.
- La inmortalidad te sienta bien.- le dijo James, y los otros dos asintieron, de acuerdo. Cris se sonrojó y decidí intervenir. Daniel había desaparecido por alguna parte de la casa.
- Hey, chicos, es mía, ok?- les dije con tono amenazante. Ellos levantaron las manos en son de paz y se alejaron unos pasos. Sonreí autosuficiente y abracé a mi chica por la cintura, apoyando mi cabeza en su hombro desde atrás.
- Bueno chicos, os dejamos solos, nosotros nos vamos a dar una vuelta por ahí.- Dijo Finnick luego de guiñarme un ojo. Le respondí con una sonrisa de agradecimiento y en cuanto salieron por la puerta hice lo que llevaba esperando todo el día. Besarla. Al parecer ella tenía las mismas ganas porque me devolvió el beso con ferocidad. Nos condujimos mutuamente hasta el sofá, quien sería el único testigo de nuestros pecados.
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Vampiro y hombre lobo, ¿imposible?
Loup-garouMe dan miedo, no, miedo no, terror, las serpientes... Soy claustrofóbica... Me dan pánico las jaulas y redes... Los niños me dan miedo...- Proseguí, con la mirada clavada en el infinito. - Espera, espera, espera, me estás diciendo que... ¿Que te dan...