"Tener un corazón sensible
en un mundo cruel
es coraje,
no debilidad".
TYLER
Por costumbre, tanteo con la mano un lado de cama, buscando su presencia. Entiendo que caí dormido mientras la esperaba en la cama, pero ella nunca llegó. Compruebo la hora en la pantalla del celular, el reloj marca las tres y veinte de la madrugada. Refriego los ojos para despejarme y luego, dirijo la vista hacia la habitación del frente. Como lo pensaba, la puerta está cerrada y un halo de luz surge por debajo. Sigue trabajando.
Todavía no logro acoplarme a sus repentinos cambios de horarios, pero trato de asumirlo con calma. Apenas llevamos ocho meses viviendo juntos. Conseguimos comprar un apartamento en un antiguo pero modesto edificio, luego, nos ocupamos de restaurarlo y convertirlo en un espacio acogedor. Fueron largos días arreglando daños, pintando muros y paredes, moviendo muebles y organizando espacios. Madeleine, tras cumplir veintitrés años y recibir su título de especialista en letras modernas, puso una sola condición para convivir: tener una habitación asignada especialmente para sentarse a escribir.
Dispuesto a consentirla, acepté sin pensarlo. De hecho, colgué los estantes para colocar libros, me aseguré de que tuviera una ventana donde se colara la luz del sol cada día y le regalé un escritorio con un diseño vintage que le encantó.
Prometió tomarse un descanso y relajarse la noche antes de la presentación de su primera novela, pero a pesar de los intentos por distraerla, no pudo alejarse del computador. Está trabajando en una segunda parte.
Ella simplemente hace magia, pero a veces, también me preocupa. Dejó la poesía para reflejar historias más largas y, los temas que aborda, en especial en estas novelas, son sensibles e implican un nivel de compromiso profundo e intenso. La vida transcurre, pero su sensibilidad no cambia. Los hechos la golpean, la sacuden y la escritura es su medio de expresión para sanar heridas.
Aunque trato de contenerme para no interrumpirla, en ocasiones no lo consigo. Tal como ocurre ahora. Salgo de la cama, tomo una manta que está en los pies de la cama e ingreso a la habitación sin tocar. Ella está sentada frente al escritorio, con las rodillas doblegadas y pegadas al pecho. La pantalla está encendida, pero la hoja del procesador de texto permanece en blanco.
—Hora de descansar, preciosa —murmuro suave, para impedir exaltarla. Por detrás, la cubro con la manta. Tal como intuía, su cuerpo está helado. Escribir la apasiona tanto que suele olvidar actividades rutinarias, como abrigarse porque está frío, comer o dormir. Sobre la manta, la envuelvo con mis brazos. Ella reacciona, acariciando mis manos unidas sobre su pecho—. ¿Estás bien?
Maddie se encoge de hombros.
—Creo que... Estoy nerviosa. Nerviosa porque están pasando muchas cosas —traga saliva y no me apresuro a hablar. Le doy tiempo a continuar—. Recibir mi título, sacar un libro, tus exámenes la próxima semana...
Sí, tiene suficiente con lo suyo, pero aun así se preocupa por mí. Sonrío con paciencia. A mis veintiséis años, me encuentro en el tramo final de la carrera de psicología y los próximos exámenes, serán decisivos. La verdad es que Maddie me ayudó un montón, sobre todo al principio. Nunca había leído libros tan extensos, así que ella me propició herramientas para facilitarme la tarea, incluso se sentó a mí lado para que resumiéramos los textos juntos. Con el tiempo, me acoplé al ritmo y a las demandas de la carrera, pero sin ella, no lo hubiera logrado tan rápido.
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Dulce tentación [#3]
Teen FictionÉl la ve como su mejor amiga. Ella lleva años enamorada de él. Él dibuja. Ella escribe. Y el maravilloso arte del amor, los une; aunque todavía no lo sepan. ☽ Tyler Montclair ha aprendido que nunca es tarde: Nunca es tarde para ir a la universidad...