capitulo 6

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TYLER

Hago a un lado la carpeta color madera que almacena un centenar de hojas con dibujos a medio acabar. El final de una materia, consiste en presentar un producto que contenga diseños propios y la verdad, la inspiración se arrastra por los suelos. Puros bocetos que representan absolutamente nada, dan la impresión de que están vacíos, perdidos. Por esa simple razón sé que no sirven. Los dibujos necesitan transmitir, decir algo, no ser una mera construcción de formas geométricas agradables al ojo público.

Desisto de lo artístico y guardo en la mochila los cuadernillos teóricos. Si no puedo avanzar con lo práctico, al menos avanzaré con la información, todos aquellos datos que los profesores consideran que debo grabar en mi cabeza. El conjunto de hojas cae sobre las prendas de ropa que están dentro, dobladas. Por último, cierro la mochila y la cuelgo a un hombro.

—¿Vuelves para la cena? —pregunta Owen, como usualmente pasa el tiempo, concentrado en la consola de juegos.

—No vuelvo hasta mañana —respondo, acercándome a la puerta. Desde allí, puedo observar como el chico detiene el juego y se gira a mirarme, sorprendido. Entiendo. No acostumbro a salir demasiado, mucho menos un día normal de semana.

—¿La chica misteriosa? —curiosea, a lo que niego de inmediato.

—Maddie —coloco una mano dentro del bolsillo delantero del pantalón y con la otra, sostengo el mango de la puerta. Las cejas de Owen se elevan y luego hace una sonrisa pícara. Ni siquiera tengo que preguntar lo que está insinuando, ya lo sé—. No se siente muy bien y voy a hacerle compañía —explico, antes de que siga haciendo conjeturas descabelladas.

—Lo qué digas. ¿Te pedí explicaciones? —retruca, ahora con un leve tono burlesco.

—Estabas haciéndote ideas equivocadas.

—¿Yo? En absoluto. Eres tú el que está haciéndose ideas —continúa llevándome la contra y bufo frustrado, ya que mi compañero es todo un caso. Siempre se las ingenia para enredarte en tus propias palabras hasta hacerte caer.

Entonces, corto por lo sano y huyo de sus palabras entrelíneas, para marcharme hacia la residencia.

Conozco aquel sentimiento de soledad. Ser un novato en la universidad no es tarea fácil. En primer lugar, si no estás forrado en plata, debes adaptarte a vivir en una residencia habitada por desconocidos. Segundo, hacer amigos puede ser sencillo, pero lleva tiempo. No te cruzas a la primera con la gente correcta.

Sé que Maddie acabará rodeada de buena gente, porque ella lo es. Cuando pone los pies en la tierra, resplandece y esparce calidez a donde sea que vaya. No importa que tan tímida sea o la cantidad de palabras que salgan de su boca, ella produce esa buena vibra, esa sensación de que es la persona correcta, en la que deberías confiar. Mientras tanto, cumplo con mi palabra: estamos lejos de casa, pero nos tenemos el uno al otro.

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—Pero que sorpresa verte por aquí, bro —el rubio me rodea los hombros con un brazo, apareciendo de manera repentina, cuando estoy camino a las escaleras—. No me digas que estás ligándote a una de primero —bromea, guiñándome un ojo.

Dejo de caminar y me remuevo incomodo de su abrazo. Neal sí que escala rápido de nivel. Hasta hace unos días, le requería cierto trabajo despertar mi mal humor, ahora, lo consigue tan solo apareciendo ante mí.

—No. ¿Sabes algo? No todo en la vida es ligar —respondo, agotado de su tendencia a vincular todo con relaciones o amoríos.

—Deberías. Tienes cara de que necesitas una noche. Ya sabes. Para descargar la tensión —pronuncia, volviendo a entonar de manera burlesca. Aunque sé que aquella broma oculta más, Neal nunca pudo comprender mi elección de estar con chicas solo cuando me gustan realmente.

Dulce tentación [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora