MADELEINE
Briana lo advirtió la primera noche, antes de descansar, cuando nombró uno por uno a los integrantes de la residencia, sumándole una sustancial descripción. <<Tara es una bocazas de primera>>, dijo y minutos después, agregó: <<No es que sea mala. Solo que hablar es su vocación>>.
Y sí, Tara es una gran conversadora, pero también ha sido amable cada día durante la primera semana y a pesar de apenas conocerme, me invitó a almorzar. El resto de los días cocinamos por nuestra cuenta, pero los sábados, Tara dice que tiene la costumbre especial de asistir a uno de los comedores del campus. Aunque lo conocí por Neal, que, durante la semana, se encargó de pasearme por todas las instalaciones, es la primera vez que me siento a almorzar.
Pedimos nuggets, hamburguesas y patatas fritas. El tipo de comida que mi papá amaría, pero que mamá odiaría. Las comidas solían ser un tema de discusión en casa. Resulta que, a mi padre, no le importaba dejarme comer chocolate a diario. Y yo de niña lo aprovechaba, me encantaba (aún me encanta) el chocolate.
El comedor se encuentra concurrido y alborotado, de suerte hallamos un lugar libre a un rincón del establecimiento, otras personas se encuentran realizando una larga fila en espera de sus comidas. Tara disfruta aquello, no puede parar de mencionar a cada persona que conoce, según ella "intenta ponerme al tanto de todo". Está en segundo año, así que conoce más que yo.
—Ese no sé quién. Ese tampoco. Aquél no vale la pena —la chica continúa observando a quienes se turnan en la fila—. Oh, ese es guapo, pero lleva año y medio con su novia y solo tiene ojos para ella— describe a un sujeto random y me hace reír. ¿Cómo es posible que sepa tanto?—. Esa chica de ahí tiene un promedio casi perfecto y una vida social envidiable. Todos quieren saber su secreto.
Alzo las cejas, impresionada.
—¿De verdad? —pregunto, en plan de acotar algo a la conversación. Tara asiente, yo vuelvo a enfocarme en dar un bocado a la hamburguesa.
—Sí. Además, tiene un estilo sensacional —aquello es cierto, alcanzo a observar que la chica deslumbra—. Oh, mira a ese Maddie. ¿Lo viste?
Elevo la vista y me quedo paralizada, tras divisar a Tyler como el siguiente en la fila. Puedo verlo de perfil, su cabello castaño cayendo hacia un lado, su mandíbula marcada, la forma en que los músculos del brazo se marcan cuando se estira para recoger una bandeja.
—¿Maddie?
—Sí, lo veo —afirmo, tratando de disimular. No sé cómo podría reaccionar Tara si le digo que lo conozco y no quiero causar una escena en medio de un comedor repleto de gente.
—Es Tyler Montclair —pronuncia y lo contempla como si pudiera devorárselo con la mirada—. Lleva como dos años aquí, pero es un misterio. Dicen que estuvo en la cárcel —larga bajando la voz y tengo que hacer un esfuerzo sobre humano para no atragantarme con el trozo de hamburguesa—. Parece que andaba en asuntos muy turbios, que tuvo o tiene problemas de agresividad —sigue enumerando, entonces frunzo el ceño. Ya es suficiente.
—¿De dónde sacaste todo eso? —cuestiono, un poquito molesta. Sin embargo, me entran ganas de sonreír cuando imagino como reiría Tyler si supiera acerca de todos esos chismes sobre él.
—Rumores —se encoge de hombros—. Pero sus actitudes refuerzan la teoría. No habla mucho con la gente. Apenas sale de su apartamento y en muy extrañas ocasiones, te lo cruzas en fiestas.
—Quizá tan solo es tranquilo —llevo a la boca el vaso con refresco de naranja e ingiero un largo sorbo, mientras Tara niega y de repente, pone una sonrisita tonta.
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Dulce tentación [#3]
Teen FictionÉl la ve como su mejor amiga. Ella lleva años enamorada de él. Él dibuja. Ella escribe. Y el maravilloso arte del amor, los une; aunque todavía no lo sepan. ☽ Tyler Montclair ha aprendido que nunca es tarde: Nunca es tarde para ir a la universidad...