MADELEINE
El fin del mundo se acerca. Sabía que este momento llegaría algún día. Mi madre tenía razón cada vez que me reprochó por ser despistada y vivir demasiado en las nubes.
Alborotada, doy vueltas la habitación cientos de veces, mientras Briana permanece sentada a un rincón de la cama, observando la disparatada actitud. Sé que estoy irreconocible ahora mismo, tanta alteración no es usual en mi vida, como tampoco es usual perder la pertenencia más preciada.
Mi querido diario.
Si mal no recuerdo, la última vez que lo vi, fue debajo de una camiseta, sobre un estante del armario. Aunque no estoy segura, porque me distraigo fácilmente y quizá, en alguna ocasión, lo olvidé sobre la mesa del comedor o tal vez lo dejé en la biblioteca, o peor aún, está en casa de Tyler.
Descarto la última hipótesis tras recibir su respuesta. <<No, aquí no hay nada. No lo he visto. ¿Quieres que vaya y te ayudo a buscar?>> propuso, ya que sabe lo importantes que son para mí ese montón de hojas. Le agradecí, pero contesté que no, casi es medianoche y estamos a mitad de semana. Preocupar a medio mundo por un diario solo me haría lucir como una niña inmadura y pretendo evitar que Tyler me vea así.
Aunque es cierto, la niña que tengo en el interior está chillando aterrorizada porque cualquier persona podría estar leyendo mis secretos y fantasías. Escribí tantas cosas ahí, que retroceder memorizando cada historia o sentimiento que expresé, es desesperante.
—Oye, Maddie. Cálmate. Ya es un hecho que aquí no está —interrumpe Briana, con su característica franqueza. También revisé el resto de la residencia y pregunté a cada uno de los estudiantes que viven aquí, pero no obtuve nada—. Metete a la cama, cierra los ojos y duerme. Olvida el asunto por esta noche. Mañana te prometo que moveremos cielo y tierra para encontrarlo —asegura, haciendo a un lado las mantas para meterse a la cama.
—Ese es el problema. No puedo olvidar que tal vez ahora mismo alguien está leyendo mis intimidades —digo, nerviosa y al borde de las lágrimas. Sí, tener una gran imaginación me lleva a ideal el peor panorama, convirtiéndome en una perfecta reina del drama—. Toda mi vida está ahí. ¿Entiendes?
—Quizá se calló por una alcantarilla o se perdió en algún recoveco que nadie ve —dice bastante optimista—. Además, ¿ponías nombres y apellidos cuando escribías? ¿Alguien, además de unos pocos, conoce tu letra?
Niego, al mismo tiempo que me dejo caer devastada en medio del colchón.
—Solo nombres —suspiro, frustrada—. Pero había una foto.
—¿Tenías una nude en tu diario?
Briana se gira de costado, interesada por saber más del asunto, como si de pronto se volviera divertido. Difiero y abro los ojos espantada.
—No —manifiesto de inmediato—. Claro que no. ¿Por qué haría eso? —frunzo el ceño, confundida—. Solo una foto normal con alguien especial. Eso es todo.
La contraria le resta importancia, trata de tranquilizarme hasta darse por vencida, luego apaga la luz y se duerme al instante. En cambio, yo no puedo parar de dar vueltas en la cama, mientras valúo la posibilidad de llamar a mi padre. Con él podría quedar como inmadura e infantil pero no me importaría, él también suele ser infantil cuando bromea con absolutamente todo. Sin embargo, papá siempre sabe qué hacer. Me ayudó a resolver problemas desde que tengo memoria y se las arregló para contentarme y nunca dejó que largara una lágrima. Si tan solo estuviera aquí.
No. No puedo llamarlo. Estoy en la universidad. Se supone que voy camino a convertirme en adulta. Tengo que recordar la regla que me impuse a comienzo de año, resolver todo por mí misma.
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Dulce tentación [#3]
Teen FictionÉl la ve como su mejor amiga. Ella lleva años enamorada de él. Él dibuja. Ella escribe. Y el maravilloso arte del amor, los une; aunque todavía no lo sepan. ☽ Tyler Montclair ha aprendido que nunca es tarde: Nunca es tarde para ir a la universidad...