Un buen comienzo

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Ahí estaba ella, practicando con su duro y rígido arco en el gran patio exterior. A estas horas, en medio de una fiesta. Con todos mis compañeros y mi padre allí, bebiendo, comiendo, bailando, riendo....

Y yo, en lo alto de mi ventana, observándola, como practicaba con el arco, ella sola, en la oscuridad....

Era muy tarde para que una elfa de su edad este sola, a la luz de la luna, cobijada por las hermosas estrellas incrustadas en el firmamento....

Hay una fiesta, el entrenamiento acabó, ¿Por qué sigue ahí? A lo mejor le gusta estar sola, a lo mejor no le gustan las fiestas....A lo mejor, no le gusta mi presencia.....

Me debería de acercar a ella.....debería de hablarla ahora que no hay nadie alrededor de ella y mi padre esta entretenido...Pero, ¿Qué la digo?

De repente, vi como su hermoso rostro reflejaba la luz de la luna, en medio de la larga noche. Su pelo, rojo como el fuego, recogido mansamente por un moño. No estaba bien recogido, ya que tenia largos mechones colgando y acomodándoselos, una y otra vez, detrás de sus grandes, picudas y bellas orejas....

Cuando, al cabo de cinco minutos, se sentó en un banco, fatigada y pensativa, mis piernas corrieron aceleradas. Bajaron por las escaleras a una velocidad increíble, como si de una carrera se tratase....Sin cruzarme con ningun guardia personal, acudí hasta la planta baja.

Cuando, por fin bajé, y ella vio como me acercaba a su lado, ella me desvió la mirada, se levantó y siguió practicando. Intentando ignorarme.

Desde que mi padre la recogió del Bosque una noche, hace trescientos años, mis miradas la pertenecen. Desde que fue una niña hasta ahora, nunca había hablado mucho con ella, sólo la veía practicar en el gran patio, y alguna que otra vez, en unas pequeñas fiestas, organizadas por mi padre. Sabia su nombre, y ella el mío, pero siempre nos contemplábamos....a la distancia.

Tauriel.....Tauriel....Ese nombre retumbaba en mi cabeza, cada noche, cada mañana, en cada comida, en cada bebida.

Yo con paso firme, me acerque por su espalda y la dije, susurrando:

-Tienes que levantar más los brazos si quieres que el tiro sea certero-Al instante, cuando dije eso, ella se dio la media vuelta, con muchos nervios y me respondió:

-Mi señor Legolas....-Mientras me decía esto, hizo una reverencia. Yo con una mueca de felicidad, la conteste:

-No te dirijas a mí como tu señor. Y menos te inclines ante mi...Soy yo el que se debería inclinar ante ti.

-Vuestro padre nos dice que nosotros os debemos saludar así....

-Con mi padre a lo mejor, pero yo soy igual que tú. Todos somos iguales en el Bosque Verde.

Ella me dedicó una débil y forzada sonrisa. No me dijo nada, sólo miró para un lado e intentó no hablar lo suficiente.

Yo intente cambiar de tema. Me acerqué a ella, todavía más y la dije:

-Mira...Pon los brazos así. El derecho tiene que estar muy rígido, mientras que el izquierdo, tenso y suave.

A la vez que decía esto, sin pensarlo, la cogí de los brazos, y puse mis manos en sus delicados dedos. Toqué mi cintura con la de ella y mi rostro se acercó aún más al suyo.

-Bien. Ahora apunta y no cierres los ojos-A la vez que decía esto, intente no ponerme nervioso y no sentir un poco de vergüenza. Noté que sus piernas estaban temblando.

-¿Pero, como voy a abrir los dos ojos? Es imposible, no tendría ninguna estabilidad ni puntería.

-Los dos ojos tienen que estar firmes, observando el blanco. Las piernas rígidas y los brazos tensos y decididos. Pero sobre todo, no tengas nervios. Confía en mi.

Me alejé de ella y me senté en el banco.

La observé durante unos cuantos minutos, y cuando pareció que había terminado, sorprendentemente, se sentó a mi lado. Creía que se iba a ir ya y despedirse de mí, pero afortunadamente, no lo hizo.

-Gracias por tus consejos. ¿Cómo aprendiste todo eso?

-Muchos años de práctica. Dime, ¿Por qué no estás en la fiesta? ¿Por qué estás aquí sola?

-No me gustan las fiestas. Además, necesito mucha práctica. No le he cogido el pulso al arco todavía.

Un sentimiento de fuerza y atrevimiento se apoderó de mí en ese instante, y la dije:

-Si quieres yo podría ser tu entrenador personal....

-No...No creo que tu padre quiera...estarás muy ocupado con tus labores de príncipe....

-A mi padre le da igual. Además, siempre tendré tiempo para ti.

En ese instante, Tauriel me desvió la mirada, agachando la cabeza y sonriéndome. Yo, me puse rojo como un tomate al escuchar el doble significado de mis palabras. Ella me respondió:

-Estaré encantada, Legolas. Dime, ¿Estas comprometido ya?

Yo también me quede un poco asombrado por tal pregunta. Pero sin vacilar, al momento, la contesté:

-No. Mi padre quiere que me case con una elfa de Rivendel. Pero yo no la deseo.

-¿Por qué?

-Porque, creo que ya estoy enamorado de otra elfa.

-¿Es de aquí?

-Sí. Es muy bella y dulce. Su sonrisa es agua dulce para mí y calor en los días de invierno.... Pero no sé si siente lo mismo....

-No lo entiendo. Seguro que si. Eres muy guapo.... y muy buena persona, además de ser el hijo del rey Thranduil....

Me percaté del halago que me hizo y, de nuevo se puso tensa y nerviosa. Me esquivó, otra vez, la mirada y se quedo callada.

Yo no dije tampoco nada. La miré a sus hermosos ojos verdes y a la vez, ella me miró los míos. Sin añadir una palabra durante unos segundos, unos benditos segundos....Se levantó, recogió su arco y sus dagas, y me dijo:

-Tengo que irme.

Yo me levanté también. Me dirigí a su lado y la respondí:

-Yo también...Mi padre me estará echando en falta....Mañana, al alba, ¿te veo en la armería?

-Claro que sí.

Al instante, me dedicó una de sus más bellas y puras sonrisas. Dejando relucir sus blancos y perfectos dientes, y sus labios rosados. Yo me guardé esa cálida sonrisa en mi memoria.

La hice una reverencia y la dije:

-Que duermas bien.

Ella volvió a sonreír y me dijo:

-Tú también. Adiós.

Tras decir esto, subió por las rocosas y angostas escaleras hasta su habitación. Yo me quedé quieto, obnubilado y asombrado todavía por su sonrisa, sus ojos verdes y su suave y delicado cabello pelirrojo.

Cuando ella cerró la puerta, susurré para mí:

-Adiós....Tauriel.

Legriel. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora