Hija del Bosque

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El Bosque Negro, mi bosque, mi hogar, mi reino....

Corría el año 2300 de la Tercera Edad y el Bosque Negro seguía marchitándose ante la presencia de la oscuridad, las criaturas.....Enfermedad y maldad es lo único que quedaba por aquí.

El Señor Oscuro Sauron había sido derrotado gracias a la Guerra de la Última Alianza....La guerra más sangrienta y grande que había visto en toda mi larga existencia....Gracias a los ejércitos de mi padre Oropher, que en paz descanse, de Gil-Galad, de Elendil, todo volvió a una paz....permanente e incómoda......

El legado de Elendil quedó quebrado después de aquella batalla....los hombres divididos ante su codicia y su debilidad....Los enanos, encerrados y amedrentados en sus cuevas bajo tierra, ya fueran Moria o Erebor.....La única esperanza de la Tierra Media residía por aquel entonces, y desde siempre, en la fuerza y la sabiduría de los elfos.....Y aún así nuestras fuerzas se marchitaban y se volvían más débiles e incapaces de hacer ver a los hombres su decadencia.....Los enanos ya nos dan igual, no tienen remedio....cobardes, sucios, embusteros.....

Era una situación triste y decadente. Ya no había alianzas entre elfos y enanos desde los días oscuros.....y con los hombres....apenas se podía hacer nada....

Sí, yo, el Rey Thranduil del Reino del Bosque, uno de los grandes reyes elfos, todavía tenía esperanza por que llegaran tiempos nuevos y mejores....Pero ninguno de nosotros, ni Elrond, ni Galadriel, ni los Maiar, por aquel entonces, seríamos capaces de descifrar el horrible futuro que nos esperaba, más pronto que tarde....

Una noche, del año que ya he mencionado, decidí darme un paseo, tranquilo espero, por mi bosque lúgubre.

Todo seguía en calma, no me cruce con ninguna araña, trasgo o cualquier otra fétida criatura que moraba por mi bosque....Pero, de repente, oí unos chillidos leves y poco sonoros en el interior del bosque. Parecía que pedían socorro y auxilio. Yo, ante esto, empecé a intentar localizar los gemidos, al parecer de una garganta de un niño pequeño.

Tras un buen rato buscando y los chillidos retumbando en mi cabeza, encontré entre los matorrales una sorpresa agradable y sobre todo, inesperada, vaya si inesperada....

Era una niña llorando a lágrima viva, con la cabeza gacha, asustada e indefensa. Tenía cortos mechones de color fuego intenso, sucio y lleno de hojas. A la vez que lloraba, mascullaba: "¿Ada? ¿Nána?"

Yo, reconocía esos rasgos, esa forma de hablar, esas orejas.....Era una niña elfa Silvana.

Yo me acerqué a ella y la cogí del hombro. Ella se dio la vuelta, y al verme, se lanzó a mis brazos mientras dejaba caer un montón de lágrimas de sus bellos ojos verdes. Yo, ante esto, la miré y la pregunté:

-¿Qué ha pasado, niña?

-Mis padres....

-¿Qué ocurre con ellos? ¿Dónde están?

La pequeña niña elfa, me miró a los ojos y me respondió:

-No lo sé....

No había mentira en sus ojos. Yo, anonadado y sorprendido, empecé a tomar decisiones y la pregunté:

-No pasa nada hija, estas a salvo. Yo me llamo, Thranduil. ¿Y tú?

Ella intentando no tartamudear, me dijo a trompicones.

-Ta...ta...Tauriel.

-Tauriel....Bonito nombre.... ¿Sabes lo que significa?

-No...

-Hija del Bosque. ¿Qué te parece?-La pregunté sonriendo, intentando tranquilizarla. Ella se relajó, devolviéndome la sonrisa y me dijo:

-¿O sea que mis padres son los árboles y las plantas?-Respondió mientras soltaba unas leves carcajadas.

-No pequeña....¿Cuántos años tienes?

Ella, pensativa y, supongo, intentando recordar tras unos segundos, me dijo:

-Treinta.

-¿Estás segura?

-Si...

Si mis cálculos no me fallaban, tenía en edad de humana, diez años. A simple vista, se notaba. Apenas superaba el metro veinte....

Yo, me levanté, la cogí de los brazos y ella apoyó su cabeza en mis hombros, y me dijo, antes de sumirse en un profundo sueño:

-¿Dónde vamos?

-A casa.

Llegué a las puertas del reino y un guardia se acercó a mí y me dijo, asombrado y sorprendido:

-Mi señor, ¿Ocurre algo?

-Esta niña....Yo me ocuparé de ella. Averigua quiénes son sus padres. Seguro que pertenecen a mi reino.

-¿Su nombre?

-Tauriel. Treinta años solamente. Abandonada en lo más profundo del bosque.

Él guardia a toda prisa hizo una reverencia y se dio la vuelta para marcharse. Pero yo, le cogí del brazo y le ordené:

-Se rápido y silencioso. No cuentes esto a nadie. Si por alguna remota casualidad encuentras a sus padres....tráemelos....

El guardia asintió y se fue rápidamente, trotando a paso ligero.

No fue así, no les encontró, nunca se les encontró....

Yo, llegué a mi gran salón. Me senté en mi sillón y se tumbó en mi regazo, todavía dormida. La quitaba los restos de suciedad y desechos que tenía por todo su pequeño cuerpecito, mientras ella me cogía de mis dedos, dulcemente. Yo, ante esto, no pude evitar sonreír aún más, sin desviar mi mirada sobre su rostro.

Tras unos largos minutos, mi hijo, con dos mil trescientos años, erguido, ya hecho un hombre, todavía un poco joven, se acercó a mí por mi espalda:

-Padre... ¿Qué haces? Tendrías que estar acostado ya....

Al instante, volteó su mirada sobre mi pecho y vio la pequeña silueta que se apoyaba en mí.

Legolas, asombrado, sólo se le ocurrió preguntar:

-¿Quién es?

-Se llama Tauriel y tiene solo treinta años.

-¿Y qué ha pasado? ¿Por qué esta aquí?

-Al parecer, ha sido abandonada por sus padres.

-¿Y qué va a pasar?

-Intentaremos encontrarlos.

-¿Y si no?

-Se quedara con nosotros. La daremos cobijo y comida hasta que pueda valerse por sí sola. Hasta entonces, será una invitada.

-¿Y no será de la familia?

-No. La familia real somos tú y yo. Ella es una simple elfa Silvana...una plebeya....Pero se la tratará como una igual.

Legolas asintió y la acarició sus suaves mofletes, con una amplia sonrisa y dijo:

-Es muy guapa, ¿no te parece?

-Si....Seguro que de mayor será una gran elfa, hermosa y guerrera....

-Tauriel.... ¿La puedo coger?

-Está bien. Cuidado que no es un bebé, ya pesa mucho. No te encariñes mucho con ella.

-¿Por qué? ¿No vivirá con nosotros?

-No. Comerá y dormirá en otra habitación dónde unos cuantos elfos, la cuidarán y la atenderán con atención. Recuerda que tú tienes un destino muy diferente al suyo, hijo....no lo olvides....

-Está bien....Tauriel.....no permitiré que te pase nada malo.

Tras decir esto, Legolas la besó en la frente. Noté que mi hijo no despegaba sus miradas de ella. Yo, feliz por aquello me levanté y Legolas me dijo de nuevo:

-Hasta su nombre es magnífico.

Yo por aquel entonces no sabía que esa niña cambiaria nuestras vidas por completo. Y nos traería muchas alegrías, pero también problemas....

Esa noche descubrimos a la verdadera Hija del Bosque.

Legriel. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora