Los débiles halos de luz alumbraron su rostro. Todavía rendido al sueño, se removió y cubrió con las mantas. No quería levantarse, no ese día. Prefería quedarse en casa, dormir el mayor tiempo posible y olvidar todo lo sucedido. Solo...olvidar.
Asi era menos doloroso. Estar solo se había convertido en parte de su rutina, una costumbre a la que Naruto había terminado aceptando casi de buena gana. No había quién se preocupara por él, ya no. La soledad se había introducido a su vida, de tal forma que no dependía de nadie más. Incluso podría prescindir de sus tutores legales. Ni Jiraiya ni Iruka tendrían que preocuparse más por asuntos superfluos relacionados con su persona.
Estaba bien así.
Podía soportarlo.
Podía lidiar con ello.
Sus sensibles párpados vibraron al cabo de unos minutos. La alarma junto al buró había perturbado nuevamente su sueño. Y Naruto se vio forzado a incorporarse poco a poco, a sabiendas de que no podría conciliar nuevamente el sueño. Además, ocultándose no resolvería nada.
En la siguiente hora, Naruto se dedicó a ducharse, se vistió y tras merendar un poco de cereal, acudió al improvisado altar que su padrino le había ayudado a construir sobre una de las repisas inferiores. Sobre una manta bordada yacía un retrato de sus progenitores. Una joven sonriente de cabellos de fuego que se sostenía el estómago de siete meses de embarazo, siendo abrazada dulcemente por su esposo, quien fuera una replica casi exacta de su hijo.
Naruto contempló por largo rato la fotografía antes de decidirse a encender un par de inciensos. Sabía que era una estupidez increparles por lo ocurrido, aunque eso no evitaba que de vez en cuando se le saltaran las lágrimas ante las decenas de conmovedores recuerdos relatados por Jiraiya. El como él había ayudado a su padre a elegir su nombre gracias al héroe que había inspirado varias de sus novelas. Remembranzas de su mamá teniendo los antojos más estrafalarios que pudiera padecer una madre en espera. El gesto sobreprotector de ella al tenerlo en brazos antes de perecer por una hemorragia interna a raíz de la cirugía. Su padre hundiéndose en la peor de las enfermedades, renunciando a todo a causa de la depresión, abandonandolo a su suerte en uno de los orfenilatos donde su padrino lo reclamaría años más tarde.
Ya listo para salir, se devolvió sobre sus pasos para tomar la gorra oscura que había dejado de lado últimamente. Era mejor pasar desapercibido, por lo menos nadie lo notaría hasta que llegara al salón. Sería una sombra.
Una simple e insignificante sombra.
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Tan pronto lo vio entrar, sintió el impulso de abordarlo, de encararlo y espetarle por haberlo dejado esperando cuando claramente no estaba interesado. Desde el principio se había mostrado reticente a él y su cercanía. Empero, no tenía derecho a herir su orgullo de ese modo.
Irritado, Sasuke se apartó de la ventana. Tamborileó los dedos sobre la pared, y decidió salir a buscarlo.
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Naruto observó cohibido el corredor que llevaba a su grupo. Retrocedió unos pasos al encontrarse su mirada con la de Kiba, y finalmente optó por hacer más tiempo, yendo a los bebederos para tomar algo de agua fresca, a pesar de no sentir sed.
Se detuvo junto a la pileta y abrió uno de los grifos. No había visto a Sasuke en la entrada, posiblemente estaría molesto con él, muy molesto. Quizá puede que ya no le dirigiera la palabra, que no volviera a frecuentarlo.
Viendo correr el agua, Naruto se inclinó lentamente, pero al percibir una presencia a sus espaldas, cedió con el intento de refrescarse.
-¿Ocupas ayuda?- el joven de mirada cobalto se posicionó a su lado, presionó la saliente del grifo, y al instante el chorro de agua dejó de brotar a borbotones, exhalando apenas una fina cascada cristalina. -Adelante.