Tal y como Toneri había predicho, la asquerosa escena se repitió frente a sus ojos. Cinco días exactos en los que vislumbró terriblemente ofuscado como esos dos empezaban lo que podría catalogarse a todas luces como un genuino idilio amoroso. De lunes a viernes los vio pasear por los diferentes módulos del colegio, ambos intercambiando miradas cómplices. El Uchiha aprovechando el menor atisbo de distracción en el menor para tomarlo firmemente de la mano, lo mismo cuando se hallaban en la cafetería, sentados uno frente al otro y compartiendo tido tipo de anécdotas, comentarios superfluos sobre los gustos de cada uno, así como el evidente coqueteo entre cada gesto.
Caricias imperceptibles se hacían presentes en la menor oportunidad por parte de Sasuke, quién, valiéndose de su ruin faceta de seductor, acortaba cada tanto las distancias entre ellos para susurrar palabras que lograban arrebatar sonrisas y sonrojos al crédulo Uzumaki.
Cada sonrisa, cada rubor y cada mirada enamoradiza captada por los ojos de Toneri Ototsuki, equivalía a un nuevo revoltijo estomacal anexado a las fuertes e irresistibles ansias por terminar con semejante espectáculo exhibicionista.
El ambiente distante con Naruto había despertado deseos ocultos en él. Ganas por generar un sufrimiento indescriptible en uno y otro. Sin embargo, había hecho erradas suposiciones iniciales, creyendo falsamente que Naruto se convencería por sí mismo de la clase de patán, arrogante y frívolo que era Sasuke Uchiha.
Supuso, de manera falaz, que Naruto terminaría alejándose por cuenta propia, que mantendría su distancia y eventualmente dejarían de frecuentarse.
Pero que estúpido había sido...
Claramente el Uzumaki sería acreedor de un buen castigo por sus acciones. Por comportarse como un cualquiera delante suyo, mientras que a él...¡a él lo había rechazado infinidad de veces!
A pesar de haber intentado acercarse por todos los medios posibles, había acabado del mismo modo, defraudado, herido y molesto.
Experimentando un tic de irritación en su ceja derecha, producto del recibimiento afectuoso de Naruto hacia el Uchiha, Toneri procuró calmarse al hincar las uñas en las palmas de sus manos. Viró hacia su casillero y se concentró visualmente en el interior del cubículo metálico que guardaba recelosamente cada una de sus cartas anónimas. Catorce sobres que albergaban sus sentimientos hacia el bello ángel que ahora se enredaba en los brazos de un simple cualquiera. Todas sus misivas las había introducido en el casillero de Naruto. Tres sobres a la semana, acompañados de algún obsequio banal, chocolates, arreglos florales, bombones confitados, perfumes importados y alguna pieza de joyería, todo lo cual Naruto rechazó vez tras vez, ya fuera obsequiandolos a alguien más o simplemente dejándolos intactos fuera de su casillero. Una sola vez leyó una de sus cartas y...se había reido. Se atrevió a burlarse de él y sus sentimientos. Pero Toneri no se dio por vencido y decidió darle otra oportunidad, a la cual siguieron trece más, todas fallidas.
Entonces vino el reencuentro. Había decidido dejar de observarle desde las sombras para ser partícipe de una reacción directa. Fue asi como terminó presentándose en una ocasión. Y maldito fuera dicho acercamiento, porque fue lo que marcó su fatídico destino.
Desde el primer día que lo había visto, Toneri había quedado prendado de su belleza, de su mirada inocente y esa sonrisa brillante, capaz de competir con el sol mismo. Y si de lejos Naruto era bellísimo, de cerca lo era diez veces más. Tan encandilado había estado que no reparó en su burdo error que le costaría una dolorosa indiferecia. Quería pedirle su número, nada más, un paso a la vez, pero su torpe lengua se había trabado hasta volverse una copia auténtica del vil tartamudeo de su prima, lo mismo que sus pensamientos se volvieron discrepantes e inconexos. Para cuando Toneri quiso darse cuenta, la invitación al baile de graduación había salido de su boca, propiciando la negativa contundente que dio Naruto después.