-P-Por aquí- balbuceó, doblando en uno de los pasillos, caminando a pasos cortos y pausados. El anciano se sostenía díficilmente de la pared mientras apoyaba su otro brazo en el hombro de la muchacha. -C-Casi llegamos- Hinata se frenó en seco, mirando en ambas direcciones con cautela. Estaba tan asustada que, por momentos, se olvidaba incluso de cómo se respiraba.
Había bajado al sótano tras haber escuchado aquel lúgubre ruido, y casi sufre un infarto al encontrar al pobre hombre mayor atado en una silla, sangrando y delirando a causa de la inanición y los golpes. Hinata había querido huir, seguir sus impulsos cobardes, subir corriendo las escaleras, apagar las luces y fingir que no había visto nada. Pero el cargo de consciencia era más fuerte, mucho más fuerte. Tanto, que ni siquiera le preocupó el ser descubierta por su primo.
Toneri...
Él era extraño, se comportaba siempre de forma misteriosa, jamás comía con la familia y desde que había llegado de visita a la mansión (meses atrás), no hacía más que permanecer en su recámara encerrado con su computadora por horas y horas.
A Hinata no le molestaba su rutina en lo absoluto. Solo hablaba con él cuando era estrictamente necesario, aunque ahora...
Ahora no estaba segura de qué pensar.
-Ha-Hay un e-escalón- tartamudeó, sujetándose de la barandilla al descender. El adulto arrastraba a duras penas las piernas, no dejaba de agradecerle a cada segundo. Sin embargo, Hinata se limitaba a hablar solo lo estrictamente necesario. Podría llamar a la policía, pero al hacerlo estaría yendo contra las normas de su propia familia.
-¿En dónde estoy?- Jiraiya trató de fijar la mirada en la oscura calle, pero de nada le sirvió. Estaba mareado y enfermo, apenas si podía caminar.
-T-Tome- con manos temblorosas, Hinata depositó unas monedas entre las de Jiraiya. -Perdón- repitió lo mismo varias veces mientras retrocedía, dejándole varado en la calle.
Jiraiya se quedó de pie, desorientado y temeroso de ser interceptado nuevamente.
**
-Naruto...- lo miró dormir sobre la camilla, semi rígido, sus párpados vibrando constantemente a causa de las pesadillas. Pero lo que terminó por turbarlo aún más (si es que tal cosa era posible) fueron los golpes en su rostro.
Por un segundo, Sasuke no supo de sí. Oprimió sus labios en una mueca de odio e impotencia. Hasta dónde tenía entendido, habían sedado a Naruto debido a su insistencia por salir del hospital. Hablaba incoherencias, pedía disculpas a sus padres por haber intentado acabar con su vida.
Le pedía perdón a él por romper su promesa...
Irónico. Todo era malditamente hilarante, empezando porque el hecho se suscitó a raíz de su partida. De haberse quedado ahí, quizá esto no habría pasado.
No había sabido (ni podido) ayudarlo. Esa era la única verdad. Hiriente, pero cierta.
-Quienquiera que lo haya hecho- se acercó a la camilla y apartó unos mechones rubios del rostro de Naruto. Acto seguido se inclinó y lo observó fijamente, recorriendo cada golpe y cicatriz plasmados en su faz. -Pagará.
***
Sasuke entró hecho una furia. No veía rostros, sino sombras, no oía murmullos, sino burlas...
Risas a uno y otro lado. Pero en realidad nadie estaba riendo.
Era allí donde había ocurrido todo. Poco a poco las imágenes se agolparon en sus pensamientos. Había estado tan ciego todo este tiempo, pero la venda se había caído en su totalidad. Lo veía todo muy claro.